Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.
TERCER ACTO
EMILIA continúa en el sillón, ahora comiendo sobre la mesita. JUANA,
CONCHI, MARÍA y ÁNGELA están pegadas a la puerta de la cocina (en el extremo
opuesto de la habitación al del sillón), de pie en un semicírculo de cara al
público. De vez en cuando, todas miran de reojo a EMILIA. Hablan casi en un
susurro.
MARÍA. Miradla ahí, tan inocente, tan enferma,
comiendo con esa boca desdentada. Lo sabía,
os lo dije. Sabía que esa maldita arpía que tenemos por hermana estaba
fingiendo en todo momento.
EMILIA pone cara de disfrutar de la comida. Sonríe, se relame, etc.
ÁNGELA. (Hablando
normal). ¿Estáis seguras? Yo no creo que la pobre EMILIA sea una mentirosa…
y mucho menos que haya asesinado a papá.
JUANA Y MARÍA. ¡Shhh! Habla más bajito.
ÁNGELA. ¿Por qué? EMILIA está medio sorda.
JUANA. (Suspira).
¿Es que no te enteras de nada?
CONCHI. Yo tampoco estoy del todo segura, cariño. Me
cuesta creer que ella lo haya hecho. Como dice ÁNGELA y todas nosotras
pensábamos, EMILIA lleva años así: ciega sorda y casi muda. Solo habla cuando
quiere algo.
ÁNGELA. Anda, mira, como la letra de la canción de la
cantante esa… (Piensa) ¿Cómo se
llama?
Todas la miran muy serias.
JUANA. ¿Qué cantante?
ÁNGELA. Sí, esa que canta con gallos y se mueve así. (Hace un baile exagerado moviendo la cintura
en círculos y canta intentando imitar el ritmo de la canción). Ciega, sorda
y muda…
JUANA. Ah sí, ya sé quién dices, esta… Penélope Cruz.
ÁNGELA. ¡Sí, esa, Penélope Cruz!
JUANA. De todas formas, si ella no ha sido, sigue
teniendo que ser alguna de nosotras, lo que quiere decir que alguna ha mentido.
(Las mira a todas con expresión seria).
Todas retiran la mirada una a una conforme JUANA las mira.
JUANA. (Suspira).
Está bien, como hermana mayor debo dar ejemplo, así que diré que yo… os he
mentido. Un poquito. (Hace gesto con el
pulgar y el índice).
Las demás emiten un grito ahogado, alarmadas. Pero no dicen nada.
JUANA. Sí, exacto. Pero… (Las mira con los ojos entrecerrados)… yo creo que no he sido la
única. (De nuevo apartan la mirada:
mirando al techo, mirado al público, etc.). ¿Nada? ¿Ninguna? (Espera). Bueno, en fin, hablaré de todos
modos, tal vez mi revelación despierte algún recuerdo dormido en vuestros
cerebritos. Sentémonos. (Mueve la mano
hacia la mesa).
Se sientan, cada una en su silla establecida desde el principio.
JUANA. Anoche me levanté al servicio como os dije…
ÁNGELA. (La
interrumpe muy seria y concentrada). Sí, ha echar el chorro por la chir…
JUANA. La única cosa que no es verdad es la razón por
la que tardé tanto.
MARÍA. ¡JA! Lo sabía. (Y arruga los ojos).
ÁNGELA. ¿Qué quiere decir?
CONCHI. Que no hizo de vientre, cariño.
ÁNGELA abre la boca sobresaltada.
JUANA. Lo que hice fue ir a la habitación… de papá.
De nuevo todas dejan escapar un grito ahogado de alarma.
MARÍA. (De una
forma extrañamente lenta, suspicaz). ¿Y para qué fuiste allí?
JUANA tarda un poco en contestar.
JUANA. Para hablar con él.
EMILIA coge el vaso y empieza a beber.
CONCHI. ¿Otra vez? Pero si ya estuvimos hablando con
él antes de irnos a acostar.
EMILIA deja el vaso en la mesa haciendo ruido… y tose bruscamente.
JUANA. Bueno… el caso… es que… no me quedé muy de
acuerdo con el reparto de la herencia que tenía planeada papá. Pienso que al
ser la mayor (teniendo en cuenta que no pensaba darle nada a EMILIA) yo debía
recibir un tanto por ciento mayor.
ÁNGELA baja la cabeza y se queda con los ojos clavados en ella. Las otras
dos miran distraídas a su alrededor. JUANA entrecierra los ojos y las mira.
JUANA. (Muy
lentamente). ¿Ocurre… algo?
Todas menos ÁNGELA niegan con la cabeza haciendo un ruido de negación
con la boca mientras se muerden el labio inferior.
JUANA. ¿ÁNGELA?
Las demás dirigen sus miradas hacia ella, esperando una respuesta.
ÁNGELA tarda en responder. Solo se oye el continuo murmullo que emite EMILIA al
masticar la comida. ÁNGELA levanta la mirada y observa a sus hermanas con
expresión triste.
ÁNGELA. ¡Vale, vale! JUANA no fue la única que no estuvo
de acuerdo con el reparto que hizo papá…
JUANA. (Sorprendida).
¡Tú también!
ÁNGELA. ¿Qué? ¡No! Yo no… ¡Ellas!
Tanto JUANA como ÁNGELA giran las cabezas hasta detenerse en CONCHI y
MARÍA.
MARÍA. (Indignada).
¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso? (Entrecierra
los ojos). ¿No será porque tú eres…?
CONCHI. No, MARÍA, por mi parte tiene razón. Yo tampoco
me quedé satisfecha con lo que decidió. Yo siempre fui la que más besos y
abrazos le daba, la que más amor le expresaba, así que…
ÁNGELA. (Nerviosa,
señalado a MARÍA con el dedo, casi
levantándose de la silla). Y ella también fue a su cuarto, lo sé, lo sé.
Todas miran a MARÍA, que finalmente baja la mirada a la mesa y
contesta.
MARÍA. Vale, lo confieso, culpable.
Las tres abren los ojos como platos, pensando que se refiere al
crimen. MARÍA se da cuenta.
MARÍA. Culpable de haber intentado hacerle cambiar de
idea. ¿Qué pensabais? Yo siempre le mantenía entretenido con los chismes del
pueblo. A él parecían encantarle y sacarle de sus monótonos pensamientos de
hombre de noventa y cinco años. Pero eso ahora no importa, lo que importa es
por qué sabía ÁNGELA todo eso.
Ahora miran a ÁNGELA, quien muestra en su rostro una expresión
asustada.
MARÍA. Estamos esperando.
ÁNGELA. Él me llamó.
JUANA, CONCHI, MARÍA. ¡¿QUÉ?!
Se inclinan sobre la mesa, mirando fijamente a ÁNGELA. Esta se levanta
de un salto.
ÁNGELA. S… Sí, é… él me llamó al rato de salir MARÍA,
la última que… que… (Traga saliva)… que
intentó traicionar a sus hermanas.
Se alarman llevándose la mano a la boca.
JUANA. ¿Cómo que traicionar?
CONCHI y MARÍA.
Eso.
Comienzan a avanzar y ÁNGELA retrocede. Mientras recorren el escenario
de esta manera, ÁNGELA continúa soltando su explicación.
ÁNGELA. ¿Acaso no es eso lo que habéis hecho? (Alzando la voz en una actitud un tanto
diferente a la suya normal) Sois unas egoístas… Po… por eso me llamó a mí
después, él me lo dijo con esa voz de radio con interferencias. Me dijo que
esperó a que yo también fuera a allí para hacer lo mismo que vosotras. Al pasar
un rato, comprendió que no lo haría. Así que pronunció mi nombre no muy alto,
puesto que mi habitación es justo la de al lado —razón por la que os oí a todas
(señala con el dedo)—, y acudí. Allí
me dijo lo que habías hecho, que yo ya sabía, claro, y también que os dijo a
todas que tendría en cuenta vuestras conversaciones… pero no de la forma que
pensabais, sino todo lo contrario como ya os he dicho. Entonces me confesó que
hoy por la mañana os revelaría a todas que la herencia sería para mí al
completo.
MARÍA. ¡Serás!
JUANA. ¡Será traidor!
CONCHI. ¿Y a nosotras nos llama traidoras?
MARÍA. ¡YO LA MATO! (Se abalanza histérica sobre ÁNGELA con las manos por delante a modo de garras).
ÁNGELA. ¡NO ME TOQUES, NO ME TOQUES! (Se cubre con los brazos)
CONCHI. No, espera, MARÍA… No la mates… todavía. (La detiene poniéndose delante). Tal vez
papá no firmara el testamento. Quizás no le dio tiempo o lo dejó para hacerlo
delante de nosotras.
Silencio inquieto. ÁNGELA baja lentamente las manos, con los ojos muy
abiertos y mira a la puerta de la habitación del hombre a la vez que las otras.
EMILIA coge el vaso de agua, bebé, y justo cuando lo deja con un golpe en la
mesa, como un disparo de salida, las cuatro hermanas salen disparadas hacia la
puerta. JUANA llega unos segundos antes, y abre la puerta, pero intentan entrar
todas a la vez y se quedan encajadas. Se echan hacia atrás, y lo vuelven a
intentar: más de lo mismo. Forcejean durante unos instantes, hasta que ÁNGELA,
la más flexible y joven, consigue colarse. Las demás, desconcertadas, se miran
y al fin se organizan para entrar. EMILIA continúa disfrutando de su comida.
EMILIA. (Arruga
la nariz) ¡Cerrad esa puerta, que con este olor no hay quien coma!
TELÓN
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