¿Hay algo más peligroso?
El fin llegó en forma de una intensa luz blanca y un calor aún más
poderoso. Junto con mi familia busqué refugio en la oscuridad, y esta logró
anular la luz; no así la temperatura. A pesar de la negrura, aún permanecía
ante mis ojos un brillo en forma de círculo blanco, que poco a poco fue
desvaneciéndose. No recuerdo exactamente cuánto tiempo estuvimos esperando en
la oscuridad. Me decidí a salir al exterior cuando noté que la temperatura
había descendido levemente.
La atmósfera estaba cargada de un fuerte y
magnético hedor, así como de una potente, pero soportable presión. Una densa
capa de humo lo cubría todo como un blanco manto de telarañas. No veía nada.
Los obstáculos se hacían visibles solo cuando ya los tenía pegados a la cabeza,
pero mi instinto me preveía, y lograba esquivarlos antes de tropezar con ellos.
Había piedras aquí y allá, por todas partes se desperdigaban pedazos de
escombro de edificios y del suelo. Asimismo, no tardé en toparme con un cadáver…,
o mejor dicho, con el primer cadáver. Al principio lo pasé por alto, aunque una
extrema sensación de placer vagó por mi cuerpo como si me hubiera tragado
diminutos insectos.
Seguí avanzando a través del cada vez más
disperso humo y abriéndome camino entre los eternos pedazos de mundo que
aquella extraña luz blanca había dejado. En todo momento, mi espíritu se
mantuvo tranquilo, pues sabía que mi familia estaba a salvo en el oscuro
refugio. Tuvimos suerte de estar cerca de la zona de este, si no, no sé qué
habría sido de nosotros, tras recibir directamente el impacto del abrasador
calor. Un escalofrío sustituyó al placer y la calma durante unos breves
segundos al tener este pensamiento, pero al percibir el olor de otro cadáver y
al entrar el cuerpo en mi campo de visión, regresaron los agradables
sentimientos originales.
Tras este cuerpo, surgió otro, y otro más, y un
cuarto, y de pronto me encontré en medio de una docena de cadáveres, tanto
despedazados como enteros, que iluminaron mis ojos de cientos de destellos de
alegría.
¡No lo podía creer! ¡¿Sería posible que este
insólito suceso hubiera acabado con todos ellos de una vez?! Una idea
totalmente lógica rechazó esa posibilidad dejando con ello una dolorosa estela
de profunda decepción. No, no era posible. Si yo había sido tan inteligente de
llevar a mi familia a un refugio, ellos también, por lo que debía de quedar
algún superviviente, o miles de ellos.
Para comprobar este funesto hecho, me adentré
en una casa. Ahí la presión y el hedor del aire disminuyó notablemente, y el
humo, a pesar de colarse por las ventanas de cristales rotos, se aplastaba
contra el techo, allí donde el impacto no había derribado la habitación por
completo, dejando el suelo y una altura considerable despejados. No obstante,
la mayoría de las habitaciones estaban derruidas sobre los cuerpos de sus
habitantes, fundidos prácticamente con el suelo.
Un rápido vistazo en un par de casas más me
hizo comprender que yo tenía razón, y que había muchas posibilidades de que
todos hubieran muerto, de que finalmente nos hubieran dejado la Tierra para
nosotros, como antaño, y que podríamos dejar de preocuparnos por esos enormes
pies que nos aplastaban continuamente o esas letales lluvias precedidas de un
siseo y venenos mediante los cuales había visto perecer a decenas de miembros
de mi familia. Jamás volveríamos a escuchar ese horrible crujido que parecía
colmar de placer a quien pisoteaba el cuerpo de uno de los nuestros. ¡Y
nosotros éramos los bichos repugnantes! Es cierto que más adelante, en los días
siguientes, nos topamos con algunos vivos, pero no duraron mucho tiempo.
Ese día, el peligro había cesado. Era casi
hermoso. Una catástrofe que a nosotros no nos afectó, tal vez debido a la
dureza de nuestro cuerpo, fue la causa de sus muertes.
Y ellos, nuestros exterminadores, tanto
oficiales como no, serían nuestro alimento por mucho tiempo.
Muy, muy bueno, Ricardo. 👏👏👏👏
ResponderEliminarMe encantan estos cuentos con finales inesperados y sorpresivos.
Lo iba esperando porque, con la comparación que me has hecho en el mío, me has avisado, pero, con todo, me ha encantado ese giro final.
La historia en sí también es muy buena. Nos creemos invencibles e indestructibles, pero los diminutos insectos y demás bichejos nos sobrevivirán, esto seguro.
Enhorabuena por el relato y nos seguimos siguiendo.
😊😉👍
(PD. He borrado el anterior por problemas con los emoticones. 😉)
Hola, José. Muchas gracias por leerlo y comentarlo. Estoy de acuerdo: ellos serán quienes se queden con el planeta cuando ya no queden seres humanos.
EliminarBienvenido a mis Palabras Narradas.
Un saludo.
Toma ya! Somos despreciables hasta para las cucarachas! Que bueno.
ResponderEliminarNo me extrañaría que así fuera.
EliminarMuchas gracias de nuevo por la lectura y el comentario, Valentín.
Un saludo.