miércoles, 28 de noviembre de 2018

El miedo



Para empezar, me atrevería a decir que el miedo es en su totalidad psicológico, es decir, todo está en nuestras cabezas, en nuestras mentes, en una parte del cerebro que se activa para protegernos de cualquier impulso temerario a la hora de enfrentarnos a algo. Ese algo puede ser externo o, de un modo más complejo, interno, y de ahí la distinción de un miedo físico y un miedo psicológico. No obstante, todo entra, como he dicho antes, dentro del saco cuya inscripción reza en mayúsculas «PSICOLÓGICO». Porque es el mecanismo de defensa que tenemos por naturaleza el que se pone en alerta en ambos casos, de ahí que también se nos abran más los sentidos en momentos de extremo terror. Razón por la que en estos casos, con frecuencia, solemos oír ruidos que en una situación normal no escucharíamos, o un extraño regusto a cobre en la boca, o una especie de visión nocturna al escrutar con tanto empeño la oscuridad (a oscuras, en tu habitación intentando dormir tras ver una película de terror: crujidos de madera de los muebles, pasitos en el tejado, el silbido del viento en tus oídos y el azote en las ventanas más fuerte de lo normal, la silueta de un hombre sentado en una de las sillas que resulta ser ropa apilada…).

Esa muralla defensiva nos salva de cualquier intento irracional a la hora de afrontar ese algo. Y hace bien, porque, por ejemplo, ¿qué pasaría si no lo tuviéramos? ¿Qué pasaría si creyéramos que ha entrado alguien a nuestra casa? Bueno, en el caso de que esto fuera real, lo único que conseguiríamos al salir corriendo sin siquiera pensar en un plan coherente antes —como llamar a la policía o serenarse y enfrentarse a él—, sin llegar a activarse ese mecanismo de defensa supuestamente inexistente en este ejemplo, lo más probable sería que esa persona nos hiciera daño e incluso algo peor. Así pues, el miedo, por el mero hecho de no existir, habría —en el peor de los casos— acabado con nosotros, o simplemente nos habría herido.

Lo mismo ocurre cuando no hay una presencia física en ese miedo PSICOLÓGICO. Al igual que antes, ¿qué pasaría si no lo tuviéramos? ¿Qué pasaría si creyéramos que hay un fantasma paseándose a voluntad por los pasillos de nuestro hogar con el único fin de atormentarnos la noche? Nos lanzaríamos al ataque sin más y nos pasaríamos toda la noche buscándolo, preguntándonos dónde está, gritándole incluso que saliera, y de ese modo presentaríamos una imagen de nosotros mismos digna de una persona que debería estar entre los muros de un centro psiquiátrico.

Por lo tanto, el miedo es algo fundamental para la supervivencia, algo muy parecido a una emoción, un sentimiento que nos protege en la mayoría de los casos de acabar tumbados en la cama de un hospital (o tumbados en otro lugar más oscuro y diminuto) o nos impide volvernos locos por cosas que ni siquiera son reales. Un arma que todos, incluso los que dicen ser valientes, llevamos enfundada en la cartuchera de nuestra mente.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Juan y Dolores

Algunos matrimonios son... peligrosos


El día en que Juan decidió matar a su mujer, hacía mucho frío. Era extraña una temperatura tan baja a principios de septiembre —parecía que el otoño tenía prisa por joder—, no obstante, aquel fue un día muy extraño.

Juan y Dolores, ya de por sí, eran un matrimonio bastante insólito. Estamos hartos de oír noticias sobre violencia de género, en especial de violencia machista, sabemos también que existe justo lo contrario: que el hombre en vez de ser quien golpea, lo hace la mujer.  Sin embargo, en el caso de Juan y Dolores, ambos se daban de hostias por igual. Aunque Juan era quien recibía la peor parte. Dolores pesaba cien quilos y pico; Juan no llegaba a los setenta y cinco.

Dolores era una mujer robusta, con más carne que huesos, de brazos y muslos que tenían la misma anchura que el cuerpo de su marido, y dos cabezas más bajo su mofletudo rostro, las cuales sepultaban el cuello. Si estáis pensando que con estas características Juan lo tendría fácil a la hora de escapar, este os diría (si pudiera) que estáis muy equivocados. Dolores era ágil como un gato persa y era capaz de mover el brazo tan rápido como una víbora al atacar. Juan, por el contrario, se hacía más daño al golpear la mullida grasa de su mujer que el que ella debía sentir. Dolores era su nombre, pero dolores era lo que sufría Juan en cada pelea.

De modo que, harto de una humillación tal que aplastaba su virilidad contra el suelo, de las risas de sus amigos, de los dolores de su cuerpo —tanto cuando daba como cuando recibía—, llegó a la conclusión desesperada de acabar con la enorme existencia de su mujer.

No tenían hijos. Los padres de ambos habían fallecido. Juan no tenía hermanos; Dolores, sí, una hermana cuyo parentesco había desaparecido tras una discusión hacía ya tantos años que la cifra exacta había quedada perdida en su memoria, y sus escasas amigas —si es que se las podía llamar así— no echarían de menos su carácter arrogante y egoísta. En cuanto a los amigos de Juan, estos estaban casi todo el día borrachos, así que no harían preguntas peligrosas.

De camino a casa, con el regusto del alcohol en el paladar, Juan hundió la mano en el bolsillo de la cazadora y sacó el reloj de bolsillo heredado de su padre (¿qué reloj de bolsillo no es heredado de un padre?, pensaba). Por otra parte, Juan siempre había preferido estos relojes, ya no porque fuera un objeto heredado, sino porque pensaba que el reloj de bolsillo era para hombres y el de pulsera para mujeres.

Abrió la tapa con el pulgar y miró la hora. Las doce menos cinco de la noche. Sonrió. Dolores se extrañaría por lo temprano de su regreso del bar y, en medio de la confusión, podría atacar.

—Qué inteligente he sido —se alababa en voz alta mientras daba pasos vacilantes entre farola y farola.

Con su autoalabanza se refería al hecho de que se había tomado dos o tres copas menos para estar con todos los sentidos despiertos a la hora de llevar a cabo el asesinato.

En vez de guardar de nuevo el reloj en el bolsillo, Juan se sentía tan feliz, que lo cogió por la cadena de plata y le dio vueltas en el aire hasta que llegó a la puerta de su casa.

Encontró a su mujer en el sillón del cuarto de estar, roncando como un cerdo. Todas las luces de la casa estaban apagadas. Solo el brillo del televisor se colaba por la puerta del salón e iluminaba tenuemente el pasillo. Juan no quiso encender ninguna luz por miedo a despertarla.

Al cruzar la puerta del cuarto de estar y vislumbrar la parte superior de la cabeza de su mujer llena de rulos, se detuvo, paralizado. No fue por temor, ni siquiera se trataba de un repentino y tierno acceso de amor, no; esta no es una historia Disney con un esperado final feliz. Lo que turbó a Juan fue el percatarse de que no había pensado en cómo iba a matarla.

Durante un momento estuvo a punto de abandonar y dar media vuelta, regresar al bar y terminarse las dos o tres copas que le quedaban para completar el cupo diario, pero entonces notó que tenía algo en la mano. El reloj de bolsillo heredado de su padre. No lo había vuelto a guardar.

Miró de un modo intermitente al reloj y a Dolores, a Dolores y al reloj. La luz del televisor arrancaba destellos azulados a la cadena del reloj y a los rulos de su mujer.

Avanzó muy despacio, pensando con cierto horror que era probable que la muy elefanta estuviera fingiendo los ronquidos y que en cuanto llegase a su altura, se daría media vuelta y le pillaría in fraganti; pero ese pensamiento se desvaneció cuando agarró la cadena con las dos manos, la alzó por delante de la cabeza de la mujer y le rodeó las dos caras sin rostro que formaban la doble papada. La delgada cadena de plata se introdujo entre estas dos piezas de carne, quedando enterrada como el mismísimo cuello. Los ronquidos cesaron enseguida, convirtiéndose en gritos ahogados. Juan no sintió ningún remordimiento al oírlos.

Al tiempo que Dolores se removía en el sillón, el delgado cuerpo de Juan se balanceaba con brusquedad a un lado y a otro, arrastrado por la fuerza de su mujer, sin embargo mantenía la cadena bien aferrada, sintiendo como esta se iba hundiendo cada vez más tanto en la palma de sus manos como en el cuello su víctima.

Dolores balbuceaba ahora. Seguro que estaba poniendo verde a la persona que la estrangulaba, consciente de que se trataba del blandengue de su marido. También intentaba hacerse con la cadena, pero sus morcillones dedos no podían deslizarse entre las papadas. Juan se deleitaba al observar esos inútiles intentos de su mujer, babeando y sudando alcohol. Por primera vez en muchos años, se le levantó.

La agitación de Dolores era cada vez más intensa. Los meneos que daba Juan, impulsado por los movimientos de su mujer, provocaron que todos sus huesos empezaran a dolerle.

Para evitar caer hacia adelante, por encima del respaldo del sillón, se agachó como si quisiera sentarse en el suelo. De este modo logró tirar con más fuerza de la cadena. Esta acción hizo que Dolores se arrojara hacia atrás con todo su peso, volcando, ante los ojos desorbitados de su marido, el sillón.

Juan quedó aplastado entre el suelo, el respaldo del sillón, y los ciento y pico quilos de su mujer. Pero no murió al instante, y su tozudez y determinación le permitieron continuar haciendo fuerza.

—¡Muérete ya, joder! —gruñó expulsando un líquido que debía ser rojo pero que debido a la iluminación de la estancia parecía morado.

De entre los pliegues de la papada de Dolores también empezó a resbalar sangre morada.

Ahora, los movimientos de la mujer fueron perdiendo intensidad, y cada vez eran más débiles. Ya no balbuceaba insultos, solo salían sonidos guturales de entre sus labios. Y sus manos ya no trataban de agarrar la cadena; ahora buscaban desesperadamente la cara de su asesino. Finalmente la mano cayó inerte cerca de la oreja de Juan y los gemidos cesaron como los ronquidos.

Juan aflojó los músculos de los brazos con una sonrisa triunfal.

Un último pensamiento cruzó por su mente unos segundos antes de morir por múltiples daños internos. Una pregunta crucial que no se había hecho hasta ese momento.

Una vez matado a su mujer, ¿cómo tenía pensado trasladar aquel enorme cuerpo? 



miércoles, 7 de noviembre de 2018

Entrevista, por Elena Siles

¿Y si fueras el último?


Hoy os traigo una entrevista que me realizó Elena Siles en su web You Are Writer. En ella os hablo de El Espejo



1. ¿Cómo definirías tu novela? ¿Qué la diferencia de las demás?

El Espejo no se limita a ningún género. Sobre todo es una historia, y como cualquier historia que te puedas encontrar en la vida real, está compuesta de situaciones, algunas dramáticas, otras divertidas y muchas terroríficas. Y dentro del campo de la ficción, también fantásticas. Pero todas ellas, humanas. El protagonista de mi novela se enfrenta a un mundo desolado, posapocalíptico, y lo hace él solo. Es un niño, y aunque la situación le obliga a crecer antes de tiempo, el lector detectará que en casi todas sus decisiones prevalece el niño sobre el prematuro hombre, porque un mundo así sobrepasaría a cualquiera. Y más a un niño de nueve años. 

Más adelante encontrará una vía de escape para su soledad. Y creo que es aquí donde más se diferencia mi historia de otras con el tema del fin del mundo de fondo. 


2. ¿Cómo se te ocurrió la idea para la misma? 

La idea nació tras ver la película Soy leyenda. Digo la película porque aún no he tenido la posibilidad de leer el libro, aunque lo estoy deseando. 

Fue hace unos cuatro o cinco años. En la película, todos los humanos han desaparecido, se han convertido en otra cosa que no voy a desvelar. Pero aún queda un humano sano, y este humano está acompañado por un perro. 

Durante el visionado pensé lo siguiente: Debe ser difícil crear una historia en la que solo haya dos personajes... y uno de ellos ni siquiera hable. La idea de una historia larga, sin apenas diálogos, me fascinó, me llamó mucho la atención. Era una idea complicada, pero me gustaba. Entonces me dije que yo quería escribir algo así, pero sin copiar la idea de la película, claro. Y se me ocurrió el esbozo principal de El Espejo. Un ser humano solo en un mundo posapocalíptico con un compañero de viaje, solo que en mi historia ese compañero no sería un perro, sería algo un poco más complejo. 

En un principio lo pensé como un relato corto de unas tres páginas. Pero en cuanto escribí la línea final del prólogo, me di cuenta que esta historia no se podía contar en tan solo tres páginas. Necesitaba muchas más. Y así se fue gestando, poco a poco, lo que es ahora El Espejo. 



3. ¿Por qué decidiste lanzarte a autopublicar tu novela por ebook?

Esta historia la publiqué por primera vez aquí por capítulos y en webs de relatos como You Are Writer. A la gente que la siguió y llegó hasta su final, le gustó, de modo que una vez terminada, decidí juntar todos los capítulos y crear un PDF descargable y gratuito para quien quisiera tenerla completa en su ordenador o ebook. 

Sin embargo, hace unos meses me picó el gusanillo de Amazon. Me apetecía tener El Espejo como libro físico, poder tocar sus páginas, su portada. La pregunta es por qué decidí autopublicar por ebook, pero en realidad decidí autopublicar por el formato físico. Por supuesto, también se puede adquirir en formato electrónico, pero donde esté un libro físico... 

Es una jugada arriesgada, porque la mayoría de la gente que me sigue en redes y en mi blog ya se la ha leído, pero aun así, no quería quedarme sin mi libro. Y además, gracias a Dios, Amazon permite autopublicar sin gasto alguno. Así pues, ¿qué puedo perder? 


4. ¿Si tuvieras que resaltar un aspecto de tu novela, cuál sería?

Es una historia que se lee en un abrir y cerrar de ojos. Tiene un vocabulario sencillo, y una narración fácil de seguir. Muchas veces esto se toma como algo negativo; parece que una obra literaria solo es buena si es compleja, pero yo creo que hay literatura para determinados momentos. La mía es para pasar un buen rato leyendo una buena historia, entretenida, aunque eso sí, el lector no se va a librar de momentos llenos de tensión. Al fin y al cabo, el objetivo de una obra de ficción es lograr que el lector se evada de la realidad.

Y es que mis historias son así siempre. Mi objetivo a la hora de escribir es entretener, y si por el camino se deja caer alguna reflexión profunda, bienvenida sea. 


5. Como escritor novel ha debido ser un proceso arduo y complicado. 

Más que como escritor novel, yo diría como escritor independiente. Cuando te lanzas a autopublicar sin editorial, y encima con pocos o ningún medio económico, lo tienes que hacer todo tú mismo. TODO. Corrección, maquetación, portada, cubierta, promoción, etc. Y todo ello es muy complicado, sí. Pero por suerte, hay tutoriales muy buenos y yo personalmente tengo ciertos conocimientos en programas de edición, tanto de imagen como de vídeo. Eso sí, requiere mucho tiempo. 

Antes dije que en Amazon se autopublica sin gasto alguno y es así, si lo haces todo tú solo, como digo. Pero claro, estamos hablando de inversión económica; si hablamos de inversión de tiempo... Ahí sí que hay que invertir bastantes horas, porque no vale solamente que quede bien: tiene que quedar lo más profesional posible. 


6. ¿Qué esperas de esta novela? ¿Y sobre tu futuro?

Supongo que lo que cualquier escritor: que guste al lector, que le haya valido la pena la inversión de dinero y tiempo, porque si a él le ha valido la pena, a mí también. Y por supuesto, que la adquieran los lectores que ya la leyeron en mi blog, porque eso quiere decir que les gustó de verdad. Y lo que más me gustaría es que se hagan con el formato físico, que es el que más trabajo ha llevado. 

¿Qué espero sobre mi futuro...? Poder abanicarme con billetes rosas mientras escribo en los días de más calor, ja, ja, ja. 

Ahora en serio. Me gustaría llegar a mucha gente con mis textos, tanto dentro como fuera de España. Supongo que también lo que espera cualquier escritor. 


7. Esta novela es recomendada para...

Para todo el mundo. La pueden leer tanto adultos como adolescentes. Y si se tiene un hijo al que no le asusten ciertos aspectos del terror, también. Como dije antes, es sencilla de leer y les encantará el protagonista. 


8. ¿Algo que añadir?

Hay que apostar por escritores independientes, hay que atreverse a leerlos, y sobre todo, a comprar sus libros, porque hay mucho trabajo detrás. Los libros de autores profesionales también llevan mucho trabajo, claro, pero hay una diferencia. Y esa diferencia la expliqué en la pregunta número cinco.

Pincha en la imagen para comprarlo



domingo, 4 de noviembre de 2018

Libro 'El Espejo'

¿Y si fueras el último?


¡Hola! 

Os escribo para anunciaros que mi novela corta El Espejo ya está disponible en Amazon tanto en tapa blanda como en ebook

Todo el proceso de edición, publicación y promoción ha sido realizado por mí, sin ayuda alguna, durante cerca de un mes. Mi objetivo era que el resultado fuera lo más profesional posible para que el lector que tenga el libro en sus manos sienta que ha adquirido una obra seria, a pesar de ser independiente. Espero haberlo conseguido. 

En 2012 publiqué mi primera novela en coedición con una editorial de autopublicación, ahora retirada del mercado. Así pues, El Espejo es la primera obra que publico en Amazon, de forma independiente. En la página You Are Writer (pincha para leer) hablo más detalladamente de cómo surgió la idea de la novela.

Recuerdo que El Espejo inició su recorrido en este mismo blog, capítulo a capítulo, y que algunos de vosotros seguisteis la historia hasta el final. Luego creé un PDF con la novela completa. Y ahora ha llegado la hora de tener una edición física, de poder tocar sus hojas, de tenerla en la estantería, entre los grandes autores, y además con nueva portada, diseñada y montada por mí, como ya dije. 

Para mí sería un honor que esta pequeña novela que ha tenido un recorrido tan largo, que ha evolucionado tanto (no solo en su formato sino también en su contenido y diseño), que ha llevado tanto trabajo, esté en vuestras manos además de en vuestras mentes

El libro en tapa blanda se puede adquirir por tan solo 5,19€; con Amazon Prime no os cobrarán los gastos de envío y lo recibiréis en tres días. Si se quiere un ejemplar firmado, lo único que hay que hacer es contactar conmigo vía email: rixi127@gmail.com. 

Un saludo, y muchas gracias por la confianza. 

Apostemos por escritores independientes. 


Pincha en la imagen para acceder a Amazon. 





Ver teaser Vida y muerte