Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.
SEGUNDO ACTO
Mismo escenario. Las cuatro hermanas sentadas en las mismas sillas en
las que se habían sentado para desayunar. EMILIA en el sillón. Las cuatro se
están mirando inquietas con un pañuelo en la mano como si acabaran de terminar
de llorar. ÁNGELA todavía solloza un poco.
JUANA. Bueno, creo que ya es hora de soltar lo que
todas estamos deseando decir, ¿no? Las cuatro lo tenemos en la punta de la
lengua. Casi se puede ver ahí, en equilibrio. Veo cómo os tiemblan los labi…
JUANA, CONCHI, MARÍA. ¿¡QUIÉN HA SIDO!?
ÁNGELA. (A la
vez que las otras). ¡YO NO HE SIDO!
Las cuatro vuelven sus cabezas muy serias hacia ÁNGELA, quien las mira
asustada. Sus labios comienzan a temblar, como si estuviera a punto de llorar.
ÁNGELA. ¿Qu… qué? ¿P… por qué m… me miráis? (Las mira a todas con nerviosismo).
MARÍA. (Entornando
los ojos). ¿Y quién ha dicho que lo seas? (Se levanta lentamente y se coloca detrás de ÁNGELA posando sus manos en el respaldo de la
silla a modo de policía interrogador).
JUANA y CONCHI se inclinan
sobre la mesa.
JUANA. Eso, ¿quién lo ha dicho?
CONCHI. Será mejor que confieses, cariño. (Saca un cigarrillo de uno de sus bolsillos y
se lo enciende con tranquilidad).
Esto cada vez es más interesante. (Vuelve
a mirar a ÁNGELA).
ÁNGELA está muy nerviosa e inquieta, parpadea mucho, y le tiembla la
voz.
ÁNGELA. P… pero ¿q… qué estáis diciendo? ¿Q… qué tengo
que confesar?
MARÍA. ¡Que mataste a papá! (Se lo dice muy cerca del oído, con voz ronca).
ÁNGELA da un grito ahogado. Se pone a llorar.
CONCHI. Con delicadeza, MARÍA, cariño, no seas tan
dura con ella.
MARÍA. ¿Qué no sea tan dura? (Comienza a pasearse de un lado a otro por detrás de la mesa, señalando
con el dedo a ÁNGELA). ¡Ella le ha clavado ese horroroso cuchillo en la
espalda a papá y me dices que no sea tan dura con ella! ¿Tú has visto la cara
que se le ha quedado al pobre hombre? (Hace
un gesto gracioso sacando la lengua hacia un lado). Esto… esto es
increíble, vamos. Porque es mi hermana, que si no… (Se acerca a ÁNGELA para
hacerle un gesto amenazante con la mano. ÁNGELA se encoge).
JUANA. MARÍA tiene razón, CONCHI: nada de delicadeza.
(Se levanta de pronto y sujeta a ÁNGELA
de los pelos) ¿¡POR QUÉ!? ¿¡POR QUÉ!?
ÁNGELA. ¡AAAAAH! ¡NO ME TOQUES! ¡NO ME TOQUES!
CONCHI. Para, JUANA, para. (Intentando apartarlas).
ÁNGELA se revuelve, se levanta de un salto, y se dirige corriendo al
sillón, junto a EMILIA, quien no hace
nada. Allí se encoge.
JUANA y MARÍA la siguen. CONCHI se queda en la silla, fumando. MARÍA
se coloca detrás del sillón. JUANA trata de enganchar de nuevo a ÁNGELA.
ÁNGELA. No me toques, por favor, no me toques.
CONCHI. JUANA, déjala. Sabes lo de su obsesión.
ÁNGELA. ¡No es una obsesión!
CONCHI. (Dirigiéndose
al público en un susurro). Sí, lo es.
JUANA no llega a tocarla. Se tranquiliza un poco.
ÁNGELA. Y… yo no he hecho na… nada, lo juro. Y… yo
quería a papá mucho. De… dejadme en paz.
MARÍA. Entonces, ¿por qué te has quitado culpa tan
rápido, eh? ¡Contesta!.
ÁNGELA. N… no lo sé… Estaba…. Estaba nerviosa.
MARÍA. Nerviosa, ¿eh?
JUANA. Bueno, tiene sentido. (Se sienta en el brazo del sillón). Además, tú no matarías ni a una cucaracha.
LAS CUATRO. Cucarachas, uuuuuuh. (Caras de asco).
CONCHI. Es que no dejáis que se explique.
MARÍA. Pues yo creo que miente. (Se cruza de brazos, y alza la cabeza).
JUANA. Entonces, si tú no has sido, ¿quién? ¿Quién de
nosotras? (Mira a las otras dos).
Un rato de silencio.
ÁNGELA. ¿Y por qué ha tenido que ser una de nosotras?
CONCHI. Pues porque, cariño, somos las únicas que han
estado en casa desde ayer, y aquí no ha entrado nadie más. (Suelta la ceniza y da una calada, igual de
tranquila que antes).
MARÍA. Un momento. (Entorna los ojos mirando a CONCHI y caminando hacia ella lentamente). Tú estás muy tranquila, ¿no?
JUANA se pone de pie y se aproxima a ella también. Cuando se quedan
solas, EMILIA mira a ÁNGELA y la sonríe; ÁNGELA le corresponde con una sonrisa
ausente, temblorosa.
COCNHI. No estoy tranquila, simplemente no me estoy
poniendo histérica como vosotras dos. ¿Por qué creéis que me estoy fumando este
cigarrillo en este momento?
Silencio.
ÁNGELA. (Levanta
la mano desde el sillón). Yo lo sé, yo lo sé.
No la hacen caso.
CONCHI. Porque estoy intentando calmarme. No le he
acabado todavía y ya me muero por fumarme otro.
JUANA. CONCHI, por favor, un poco de consideración,
no es momento de hablar de muerte. (Señala
la puerta de la habitación del padre).
CONCHI. Lo siento. (Piensa). Quería decir: no he acabado todavía y ya tengo ga…
JUANA. Que sí, que sí, CONCHI, hemos entendido lo que
querías decir.
MARÍA. Espera. (Levanta
el dedo índice). Ahora me acuerdo. Tú, JUANA. Anoche oí que te levantabas.
¿Adónde fuiste? Seguro que le mataste.
JUANA. (Alarmada).
Pero bueno, MARÍA. ¿Y qué pasa contigo, eh?
Al mismo tiempo, EMILIA vuelve a mirar a ÁNGELA y le lanza un beso.
ÁNGELA sonríe otra vez como asustada y se levanta del sillón hacia las otras
tres. CONCHI también se pone de pie tras apagar el cigarrillo. Ahora todas
están contra MARÍA.
ÁNGELA. Sí, eso, ¿eh? ¿Qué pasa contigo?
MARÍA. ¿Y- yo?
JUANA. (Haciéndola
burla). T-T- tú. No has parado de acusar desde que nos hemos enterado.
Primero a ÁNGELA, luego a CONCHI, ahora a mí. Eso solo puede significar una
cosa.
ÁNGELA. Sí… una cosa. ¿El qué? (Dirigiéndose a JUANA).
CONCHI. Está muy claro, cariño. Solo un culpable
acusaría a otros para desviar la atención de él.
MARÍA, caminando hacia atrás, y seguida por las otras, se topa con el
brazo del sillón y se deja caer en él.
JUANA. ¿Por qué lo hiciste?
ÁNGELA Y CONCHI. ¿Por qué?
MARÍA. (Un poco
asustada). Y-yo no lo hice, lo juro. Ya me conocéis, sabéis que yo soy así,
un poco desconfiada. (Coge fuerzas,
pierde el miedo y se pone de pie). Y por eso me doy cuenta de cosas que
otras personas no. Como el intento de JUANA de huir de mi acusación culpándome
a mí. (Mirando a CONCHI y ÁNGELA). No ha respondido a mi
pregunta de adónde fue anoche.
Ahora ÁNGELA, CONCHI y MARÍA se vuelven hacia JUANA, que pone cara de
sorprendida y un tanto asustada.
CONCHI. María tiene razón. Ella siempre está creyendo
que todo el mundo miente… y tú has evitado la pregunta…
ÁNGELA. Evi… La pregunta.
CONCHI. Contesta, ¿adónde fuiste?
JUANA. P… pues está claro, ¿no? (Las tres niegan con la cabeza mientras
la obligan a sentarse en el brazo como había hecho MARÍA). Somos personas
mayores, hermanas, y como tal, es normal que nos levantemos por las noches para
hacer pis.
MARÍA. ¿Hacer pis, eh?
JUANA. Sí, hacer pis, mear, (Poniéndose de pie y enfadándose) echar el chorro por la chir…
CONCHI. … La razón que nos has dado podría ser
verdadera. Pero MARÍA ha dicho que estuviste mucho tiempo. ¿Tanto tiempo
tardaste en hacerlo?
MARÍA. Eso es, tardaste muchísimo.
ÁNGELA. Sí, mucho.
MARÍA. ¿Tú también la oíste, ÁNGELA?
ÁNGELA. No.
MARÍA. (Casi
gritando) Entonces ¿por qué me haces burla?
ÁNGELA. Lo siento, lo siento.
CONCHI. Tú dirás, JUANA. (Pone los brazos en jarra).
JUANA. Bebí mucha agua en la cena… (La miran incrédulas, alzando las cejas inquisitivamente)…
y… también cené mucho. Una cosa lleva a la otra y… Ya sabéis a lo que me
refiero.
Un inquietante silencio.
CONCHI. Está bien. Tú tampoco fuiste.
ÁNGELA. Pero entonces, ¿quién? Si no fui yo, tú
tampoco (Señalando a CONCHI), MARÍA
tampoco y JUANA tampoco… ¿Quién?
EMILIA. ¿Es que en esta casa no se come? ¡Tengo
hambre!
Todas giran lentamente la cabeza hacia EMILIA, con la boca abierta.
MARÍA entorna los ojos, como siempre.
Silencio… y
TELÓN
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