lunes, 18 de mayo de 2015

Cinco hermanas (2-5)

Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.


SEGUNDO ACTO

Mismo escenario. Las cuatro hermanas sentadas en las mismas sillas en las que se habían sentado para desayunar. EMILIA en el sillón. Las cuatro se están mirando inquietas con un pañuelo en la mano como si acabaran de terminar de llorar. ÁNGELA todavía solloza un poco.

JUANA. Bueno, creo que ya es hora de soltar lo que todas estamos deseando decir, ¿no? Las cuatro lo tenemos en la punta de la lengua. Casi se puede ver ahí, en equilibrio. Veo cómo os tiemblan los labi…

JUANA, CONCHI, MARÍA. ¿¡QUIÉN HA SIDO!?

ÁNGELA. (A la vez que las otras). ¡YO NO HE SIDO!

Las cuatro vuelven sus cabezas muy serias hacia ÁNGELA, quien las mira asustada. Sus labios comienzan a temblar, como si estuviera a punto de llorar.

ÁNGELA. ¿Qu… qué? ¿P… por qué m… me miráis? (Las mira a todas con nerviosismo).

MARÍA. (Entornando los ojos). ¿Y quién ha dicho que lo seas? (Se levanta lentamente y se coloca detrás de ÁNGELA posando sus manos en el respaldo de la silla a modo de policía interrogador).

JUANA y CONCHI se inclinan sobre la mesa.

JUANA. Eso, ¿quién lo ha dicho?

CONCHI. Será mejor que confieses, cariño. (Saca un cigarrillo de uno de sus bolsillos y se lo enciende con tranquilidad). Esto cada vez es más interesante. (Vuelve a mirar a ÁNGELA).

ÁNGELA está muy nerviosa e inquieta, parpadea mucho, y le tiembla la voz.

ÁNGELA. P… pero ¿q… qué estáis diciendo? ¿Q… qué tengo que confesar?

MARÍA. ¡Que mataste a papá! (Se lo dice muy cerca del oído, con voz ronca).

ÁNGELA da un grito ahogado. Se pone a llorar.

CONCHI. Con delicadeza, MARÍA, cariño, no seas tan dura con ella.

MARÍA. ¿Qué no sea tan dura? (Comienza a pasearse de un lado a otro por detrás de la mesa, señalando con el dedo a ÁNGELA). ¡Ella le ha clavado ese horroroso cuchillo en la espalda a papá y me dices que no sea tan dura con ella! ¿Tú has visto la cara que se le ha quedado al pobre hombre? (Hace un gesto gracioso sacando la lengua hacia un lado). Esto… esto es increíble, vamos. Porque es mi hermana, que si no… (Se acerca a ÁNGELA para hacerle un gesto amenazante con la mano. ÁNGELA se encoge).

JUANA. MARÍA tiene razón, CONCHI: nada de delicadeza. (Se levanta de pronto y sujeta a ÁNGELA de los pelos) ¿¡POR QUÉ!? ¿¡POR QUÉ!?

ÁNGELA. ¡AAAAAH! ¡NO ME TOQUES! ¡NO ME TOQUES!

CONCHI. Para, JUANA, para. (Intentando apartarlas).

ÁNGELA se revuelve, se levanta de un salto, y se dirige corriendo al sillón, junto a EMILIA, quien no hace nada. Allí se encoge.

JUANA y MARÍA la siguen. CONCHI se queda en la silla, fumando. MARÍA se coloca detrás del sillón. JUANA trata de enganchar de nuevo a ÁNGELA.

ÁNGELA. No me toques, por favor, no me toques.

CONCHI. JUANA, déjala. Sabes lo de su obsesión.

ÁNGELA. ¡No es una obsesión!

CONCHI. (Dirigiéndose al público en un susurro). Sí, lo es.

JUANA no llega a tocarla. Se tranquiliza un poco.

ÁNGELA. Y… yo no he hecho na… nada, lo juro. Y… yo quería a papá mucho. De… dejadme en paz.

MARÍA. Entonces, ¿por qué te has quitado culpa tan rápido, eh? ¡Contesta!.

ÁNGELA. N… no lo sé… Estaba…. Estaba nerviosa.

MARÍA. Nerviosa, ¿eh?

JUANA. Bueno, tiene sentido. (Se sienta en el brazo del sillón). Además, tú no matarías ni a una cucaracha.

LAS CUATRO. Cucarachas, uuuuuuh. (Caras de asco).

CONCHI. Es que no dejáis que se explique.

MARÍA. Pues yo creo que miente. (Se cruza de brazos, y alza la cabeza).

JUANA. Entonces, si tú no has sido, ¿quién? ¿Quién de nosotras? (Mira a las otras dos).

Un rato de silencio.

ÁNGELA. ¿Y por qué ha tenido que ser una de nosotras?

CONCHI. Pues porque, cariño, somos las únicas que han estado en casa desde ayer, y aquí no ha entrado nadie más. (Suelta la ceniza y da una calada, igual de tranquila que antes).

MARÍA. Un momento. (Entorna los ojos mirando a CONCHI y caminando hacia ella lentamente). Tú estás muy tranquila, ¿no?

JUANA se pone de pie y se aproxima a ella también. Cuando se quedan solas, EMILIA mira a ÁNGELA y la sonríe; ÁNGELA le corresponde con una sonrisa ausente, temblorosa.

COCNHI. No estoy tranquila, simplemente no me estoy poniendo histérica como vosotras dos. ¿Por qué creéis que me estoy fumando este cigarrillo en este momento?

Silencio.

ÁNGELA. (Levanta la mano desde el sillón). Yo lo sé, yo lo sé.

No la hacen caso.

CONCHI. Porque estoy intentando calmarme. No le he acabado todavía y ya me muero por fumarme otro.

JUANA. CONCHI, por favor, un poco de consideración, no es momento de hablar de muerte. (Señala la puerta de la habitación del padre).

CONCHI. Lo siento. (Piensa). Quería decir: no he acabado todavía y ya tengo ga…

JUANA. Que sí, que sí, CONCHI, hemos entendido lo que querías decir.

MARÍA. Espera. (Levanta el dedo índice). Ahora me acuerdo. Tú, JUANA. Anoche oí que te levantabas. ¿Adónde fuiste? Seguro que le mataste.

JUANA. (Alarmada). Pero bueno, MARÍA. ¿Y qué pasa contigo, eh?

Al mismo tiempo, EMILIA vuelve a mirar a ÁNGELA y le lanza un beso. ÁNGELA sonríe otra vez como asustada y se levanta del sillón hacia las otras tres. CONCHI también se pone de pie tras apagar el cigarrillo. Ahora todas están contra MARÍA.

ÁNGELA. Sí, eso, ¿eh? ¿Qué pasa contigo?

MARÍA. ¿Y- yo?

JUANA. (Haciéndola burla). T-T- tú. No has parado de acusar desde que nos hemos enterado. Primero a ÁNGELA, luego a CONCHI, ahora a mí. Eso solo puede significar una cosa.

ÁNGELA. Sí… una cosa. ¿El qué? (Dirigiéndose a JUANA).

CONCHI. Está muy claro, cariño. Solo un culpable acusaría a otros para desviar la atención de él.

MARÍA, caminando hacia atrás, y seguida por las otras, se topa con el brazo del sillón y se deja caer en él.

JUANA. ¿Por qué lo hiciste?

ÁNGELA Y CONCHI. ¿Por qué?

MARÍA. (Un poco asustada). Y-yo no lo hice, lo juro. Ya me conocéis, sabéis que yo soy así, un poco desconfiada. (Coge fuerzas, pierde el miedo y se pone de pie). Y por eso me doy cuenta de cosas que otras personas no. Como el intento de JUANA de huir de mi acusación culpándome a mí. (Mirando a CONCHI y ÁNGELA). No ha respondido a mi pregunta de adónde fue anoche.

Ahora ÁNGELA, CONCHI y MARÍA se vuelven hacia JUANA, que pone cara de sorprendida y un tanto asustada.

CONCHI. María tiene razón. Ella siempre está creyendo que todo el mundo miente… y tú has evitado la pregunta…

ÁNGELA. Evi… La pregunta.

CONCHI. Contesta, ¿adónde fuiste?

JUANA. P… pues está claro, ¿no? (Las tres niegan con la cabeza mientras la obligan a sentarse en el brazo como había hecho MARÍA). Somos personas mayores, hermanas, y como tal, es normal que nos levantemos por las noches para hacer pis.

MARÍA. ¿Hacer pis, eh?

JUANA. Sí, hacer pis, mear, (Poniéndose de pie y enfadándose) echar el chorro por la chir…

CONCHI. … La razón que nos has dado podría ser verdadera. Pero MARÍA ha dicho que estuviste mucho tiempo. ¿Tanto tiempo tardaste en hacerlo?

MARÍA. Eso es, tardaste muchísimo.

ÁNGELA. Sí, mucho.

MARÍA. ¿Tú también la oíste, ÁNGELA?

ÁNGELA. No.

MARÍA. (Casi gritando) Entonces ¿por qué me haces burla?

ÁNGELA. Lo siento, lo siento.

CONCHI. Tú dirás, JUANA. (Pone los brazos en jarra).

JUANA. Bebí mucha agua en la cena… (La miran incrédulas, alzando las cejas inquisitivamente)… y… también cené mucho. Una cosa lleva a la otra y… Ya sabéis a lo que me refiero.

Un inquietante silencio.

CONCHI. Está bien. Tú tampoco fuiste.

ÁNGELA. Pero entonces, ¿quién? Si no fui yo, tú tampoco (Señalando a CONCHI), MARÍA tampoco y JUANA tampoco… ¿Quién?

EMILIA. ¿Es que en esta casa no se come? ¡Tengo hambre!

Todas giran lentamente la cabeza hacia EMILIA, con la boca abierta. MARÍA entorna los ojos, como siempre.

Silencio… y

TELÓN

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