Amistad... Traición... Violencia...
Capítulo 4
Jack Daniel’s
Jack Daniel’s era su aliado, no había duda. Ahora lo tenía
claro. Él era su único compañero en ese mundo de sangre en el que vivía, en ese
mundo de arrebatamiento de la existencia humana por el que fluía
inexorablemente para sobrevivir. Como el agua, no se detenía ante los
obstáculos; si podía los rodeaba, pero si no había otra opción, como en esos
momentos, los pasaba por encima.
Novoa era un buen hombre. Se diría que le caía
mejor que Jacob, siempre más serio y pensativo, con un aspecto infantil que le
conferían sus ojos azules y pelo rubio que nada tenía de inocente, y más
centrado en lo que había dentro de las paredes de su cráneo que en lo que había
fuera de ellas. La compañía de Novoa era más agradable; se podía hablar con él
sin que te amargara la conversación. Por eso le jodió que fuera él quien
llevara a cabo su asesinato, el de Río.
El error de Novoa y Jacob había consistido en
la bendición de Río: la falta de atención.
Si la luna no hubiera brillado con tanta
intensidad dentro de su cabeza, no le habría cegado; pero el destino quiso que
aquella tarde se encontrara con ella y descubriera que era única, una mujer con
la que compartía ciertas características como esa sagacidad y temeridad en la
mirada y, por supuesto, una seducción irresistible.
Si eso no hubiese sido así, a Río no se le
habría olvidado llevarse la botella medio llena, como cada noche. Esa había
sido su bendición, su segundo golpe de suerte del día, contando como primero la
entrevista con la sagaz luna que cegaba sus pensamientos. A su vez, por alguna
razón, ni Novoa ni Jacob se percataron de que se dejaba la botella. Creía
recordar que Novoa estaba llamando a la nueva camarera, pero ¿Jacob? Bueno,
Jacob era un tanto despistado, por eso de vivir más dentro de su cabeza que
fuera.
En cualquier caso, todo aquello provocó que Río
regresara al bar a por lo que era suyo (su Jack
Daniel’s) en medio de lo que parecía haber sido una charla interesante.
No tardó en darse cuenta sobre qué habían
estado hablando. Los ojos y la piel de sus amigos se lo dijeron, produciendo
así la segunda traición del día. El primer traicionado había sido él, Río, por
Jacob y Novoa, quienes habían estado hablando de matarle; solo ese miedo que
reflejaban al verle de nuevo en el bar podía significar una cosa. Los segundos
traicionados habían sido Novoa y Jacob, por sus propios ojos y piel. Por lo
tanto, solo le quedaba Jack Daniel’s,
él había sido el único motivo por el que volvió al bar, él había sido quien le
había permitido conocer aquella conspiración, y él sería el que le ayudaría a
solucionar aquello. Solo había una duda rondando como una mosca en la mente de
Río: ¿por qué querían matarlo?
La fuente a aquella respuesta se había ofrecido
a acompañarle a su casa, algo totalmente ilógico, por cierto, ya que ninguno de
los tres conocía detalles personales del otro. Pero bueno, su localización no
saldría de la propia localización, pues pensaba arrebatarle la existencia a
Novoa antes de que él lo hiciera con la suya.
Novoa salió del bar tras él, y se empeñó en
acompañarlo a su casa. ¿De verdad se pensaba que estaba tan borracho que sería incapaz
de hallar la poca lógica de la situación? Él, al igual que Jacob, sabía de su
resistencia al alcohol. Río pugnó contra su risa y lo hizo aparentando estar
más borracho de lo que estaba. Tropezó con una piedra imaginaria, Novoa se
precipitó hacia él para que no se partiera la crisma contra el suelo, y Río,
hábilmente, pasó su brazo derecho por la cintura de Novoa.
—¡Qué poco ha faltado, ¿eh?! —dijo este—. Me
parece a mí que este río lleva más alcohol que agua.
Río no tuvo que fingir la risa; solo dejó de
resistirse contra la real que luchaba por salir.
Ayudado por Novoa llegaron a su coche: un
Mercedes Benz negro. El hombre le situó en el lado del copiloto y luego se puso
tras el volante.
—Bien, tú dirás.
Río le dio la dirección de su casa y el coche
puso sus trescientos seis caballos en marcha.
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