Solo tienes que pensar en ella.
Allí estaba yo, jugando a la pelota, dándole fuertes patadas con todas
mis fuerzas, sin preocuparme de nada ni de nadie. Antes sí que tenía
preocupaciones, sí, y problemas, problemas muy graves y terribles. Sin embargo,
ahora ya estoy libre de todo eso, estoy libre desde que todo llegó hasta un
límite explosivo que hizo que mi mente se quedara en blanco como esa fría luz
de los fluorescentes, y que durante ese periodo de tiempo no fuera yo, ni
sintiera mi alrededor, mi realidad, ni recordara nada. Un tiempo durante el
cual hice cosas de las que no me puedo arrepentir porque ni siquiera recuerdo, pero cosas al parecer horribles,
por lo que ellos dejan entrever cuando hablamos.
No obstante, ahora, libre de todos aquellos
males, sé que no me volverá a ocurrir nada semejante, y sé, que, de lo único de
lo que me tengo que preocupar cada día es de algo demasiado inofensivo como
para causarme problemas.
Ese algo es, por supuesto, la pelota, y darle
con la suficiente fuerza y precisión para que llegue de nuevo a mi pie, tras
chocar contra el muro del patio del centro psiquiátrico.
Una pasada cómo es consciente de no ser consciente...
ResponderEliminarGracias, Natalia.
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