lunes, 13 de octubre de 2014

La pelota

Solo tienes que pensar en ella.


Allí estaba yo, jugando a la pelota, dándole fuertes patadas con todas mis fuerzas, sin preocuparme de nada ni de nadie. Antes sí que tenía preocupaciones, sí, y problemas, problemas muy graves y terribles. Sin embargo, ahora ya estoy libre de todo eso, estoy libre desde que todo llegó hasta un límite explosivo que hizo que mi mente se quedara en blanco como esa fría luz de los fluorescentes, y que durante ese periodo de tiempo no fuera yo, ni sintiera mi alrededor, mi realidad, ni recordara nada. Un tiempo durante el cual hice cosas de las que no me puedo arrepentir porque  ni siquiera recuerdo, pero cosas al parecer horribles, por lo que ellos dejan entrever cuando hablamos.

No obstante, ahora, libre de todos aquellos males, sé que no me volverá a ocurrir nada semejante, y sé, que, de lo único de lo que me tengo que preocupar cada día es de algo demasiado inofensivo como para causarme problemas.

Ese algo es, por supuesto, la pelota, y darle con la suficiente fuerza y precisión para que llegue de nuevo a mi pie, tras chocar contra el muro del patio del centro psiquiátrico.


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