El miedo tiene su propia lógica
Es curioso lo que se pasa por la cabeza cuando eres padre y crees que
vas a morir. ¿O tal vez solo me ocurrió a mí?
Llevábamos una hora de vuelo tranquila. Para
mí, volar era como ir en autobús. Me puse los auriculares y comencé a ver una
película. Me dormí enseguida.
Un grito me arrancó del sueño como un pescador
a un pez del agua. No tardé en darme cuenta que me faltaba el aire, y la razón.
La inclinación del avión era casi vertical; gracias a que se me olvidó desabrocharme
el cinturón, no me deslicé hacia abajo. Pero no me preocupé por mí; lo hice por
mi hijo.
No lo pensé, me giré y le puse a él primero la
mascarilla de oxígeno. Luego lo abracé, aferré la mía como pude y la sostuve
sobrepuesta en mi cara. Cerré los ojos y me desmayé con una imagen horrible en
mi cerebro cuyo protagonista era mi hijo.
Nada más despertar en el hospital, pregunté por
él. Mi mujer me dijo que estaba con mis padres y que no sabía nada de lo
sucedido.
Entonces recordé que el viaje era por trabajo,
y que a mi lado no se había sentado nadie.
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