jueves, 30 de diciembre de 2021

Reseña de 'Noctópolis', de David Luna

En Noctópolis David Luna nos ofrece una historia con varias capas de profundidad, algo que ya es habitual en sus obras. Lo que a primera vista (o lectura) parece simple, envuelto por ese estilo sencillo, rápido de leer, tan característico del autor, esconde, en realidad, una profunda complejidad. La cantidad de elementos y detalles que se encuentran a lo largo de la narración la dotan de matices que provocan en el lector la sensación de encontrarse ante una historia muy cuidada, tan mimada y bien esculpida como un artículo de orfebrería. David Luna es un artesano de la literatura, y los jueces de los concursos a los que se presenta no lo pasan por alto. Esta pequeña novela, sin ir más lejos, fue Mención del Jurado del Premio Internacional UPC de Ciencia Ficción 2020. El buen hacer de David Luna no pasa desapercibido y es digno de admirar.

Noctópolis nos presenta una amena mezcla de géneros, desde la ciencia ficción cyberpunk más salvaje, pasando por un thriller psicológico lleno de suspense, hasta la novela negra, eje central de la trama. Por si fuera poco, también nos entretiene con escenas de acción narradas con todo lujo de detalles en las que el protagonista, un supuesto luchador nato, deja sin sentido a más de un contrincante.

Pero lo más notable, como ya dije antes, es la profundidad. Ese análisis psicológico del protagonista, cuya historia desconcertante seguimos desde dentro con una primera persona y un tiempo verbal en presente que no nos adelanta nada, que nos mantiene informados de lo que ocurre al mismo tiempo que el personaje, sin saber en ningún momento más que él. Una elección desde el punto de vista estructural y narrativo totalmente acertada, teniendo en cuenta el estado en el que se halla el propio personaje, pues desconoce quién es, no recuerda apenas nada de su pasado y, para colmo, solo es capaz de estar despierto por las noches; antes de que amanezca, siempre cae inconsciente, y permanece dormido hasta la siguiente puesta de sol. Esos simbolismos y metáforas que se esconden tras los templos de la ciudad y más concretamente en los personajes de los Ángeles, tan bellamente descritos. Y también en la misma ciudad de Noctópolis, la ciudad dentro de la ciudad, un mundo totalmente diferente a solo un paso de tu propia casa, pero a miles de distancia en cuanto a ética y moralidad. En definitiva, una novela pequeña en su exterior, pero que al abrirla te hace adentrarte en un interior enorme, semejante a un iglú.

No temas en abrir sus tapas y caer, caer y caer en lo profundo de las letras de David Luna.




sábado, 4 de diciembre de 2021

Reseña de 'Y una moto negra', de Enrique de la Cruz

Enrique de la Cruz nos introduce en el género de la novela negra a partir de situaciones costumbristas. Nos presenta a unos personajes muy reales, con vidas y problemas creíbles. Los vemos desenvolverse en sus rutinarias existencias, y el autor consigue, mediante un estilo práctico y detallista y unos diálogos profundos pero al mismo tiempo muy naturales, hacernos partícipes de ellas.

Pero entonces, como un gato en mitad de la carretera, aparece un elemento que rompe esa monotonía, que irrumpe en la vida del protagonista y lo lleva a reflexionar sobre la amistad, sobre su pasado, sobre su identidad, sobre el bien y el mal, sobre la codicia. Y así comienza la caída de este en la negrura.

Enrique consigue mezclar con amena y sutil eficiencia, estos dos géneros, y nos encontramos así ante una novela negra refrescante, lejos de la trama policial de investigación (aunque también la hay, breve, y en mi opinión muy divertida) y una historia en la que una persona buena, rodeada de malas influencias, comete un error que probablemente lamentará el resto de su vida. Y el final, trágico y desconsolador, así lo deja ver.



miércoles, 3 de noviembre de 2021

No le dejes entrar

 Nunca se sabe quién hay detrás

Dedicado a C.G. Demian, quien siempre me anima a aporrear el teclado.

Sé que no debí dejarlo entrar.

Era un desconocido y, además, su estado presentaba una imagen nada encantadora. La piel pálida como la luna que colgaba del cielo nocturno sobre su cabeza redonda y sin pelo, ojos inyectados en sangre y labios tan rojos como esta; pero lo achaqué al accidente, y mi piedad apartó al miedo igual que un profesor apartaría de la pizarra a un alumno para enseñarle a resolver un problema. Porque eso es lo que contó: que su vehículo había perdido un neumático y necesitaba ayuda.

Ahora, tumbado en el suelo, recuerdo lo que me hizo comprender mi error. Lo que logró que el miedo se colocara de nuevo por delante de la piedad. La sonrisa que se formó en sus labios al atravesar uno de sus pies el umbral. La sonrisa y la expresión de los ojos, la misma de un depredador consciente de que su presa no tiene salida, el brillo del hambre que sabe que será saciada.

Ahora, en el suelo, bajo el peso del cuerpo de mi invitado, entre los últimos suspiros de vida que se escapan por mi yugular al tiempo que se adentran en otro organismo, sé que no debí dejarlo entrar.