La clave está en los detalles...
Clara entró en la sala del cine armada con un cuaderno.
Lo hacía por su hijo. Era bloguero. O como
decía ella: «blog-no-sé-qué». Realizaba críticas de películas y las publicaba
en su blog de cine. Una cada semana. Una por cada estreno importante de los
viernes. Sin embargo, aquella semana no podría realizarla porque le habían
operado y era imposible que acudiera al cine, por lo que estaba muy preocupado.
Clara, que siempre había pensado que lo que hacía su hijo era una gran pérdida
de tiempo, mientras que él insistía en que en un futuro, algún editor podría
ver sus críticas y contratarle para alguna revista, no era consciente de lo importante
que aquello era para él hasta esa semana de la operación. Desde que despertó de
la anestesia, Carlos no dejó de decir que tenían que darle el alta antes del
viernes, que no podía dejar el blog abandonado ni una semana, que se lo debía a
sus seguidores. Clara trataba de tranquilizarle, pero nada, que no había
manera.
Al final decidió hacer algo para satisfacer la necesidad de su hijo.
—Yo la haré —le dijo un tanto vacilante.
Carlos levantó las cejas incrédulo.
—¿Tú sabes realizar críticas?
Clara se encogió de hombros.
—No será tan difícil. Solo hay que decir lo que
te gusta y lo que no.
—Es mucho más que eso, mamá —suspiró Carlos
desolado.
—Bueno, yo voy, hago la crítica esa, y luego
haces lo que quieras con ella.
Carlos tardó en responder, pero al final
asintió con la cabeza.
—Supongo que será mejor que no publicar nada.
Podría crear una entrada especial. «Primera crítica de mi madre», o algo así.
Carlos le dijo la película que quería analizar
esa semana y ahí estaba ella un día después, buscando el número del asiento que
indicaba el papelito. No era la primera vez que iba al cine, pero sí la tercera
o cuarta; no era algo que llamara su atención. Los sonidos están demasiado
altos y la pantalla es tan grande que para ver lo que ocurre sin perderte nada,
tienes que mover la cabeza de un lado a otro. Pero por su hijo, lo que fuera.
Con el cuaderno y el lápiz sobre el regazo,
Clara bostezó mientras la pantalla escupía toda una parafernalia de productores
y contempló los créditos iniciales llenos de nombres impronunciables
preguntándose cuándo demonios iba a comenzar la maldita película.
Apuntó en el cuaderno: «Créditos iniciales
demasiado largos; perfectos para una breve siesta». Observó a la escasa luz lo
que había escrito y tachó la última frase. Nada de sarcasmo; no recordaba haber
visto ese tono en las pocas críticas que había leído de su hijo.
Mientras realizaba el tachón, una voz resonó en
la sala. Clara no entendió nada de lo que un actor extremadamente guapo hablaba
por teléfono. Estaba en otro idioma. ¿Sería inglés?, se preguntó. Seguro que
sí. Por el momento no hizo ningún apunte. No había subtítulos, pero había visto
alguna película que otra en la que cuando hablaban en otro idioma, no los
ponían; suponía que no era importante lo que se decía.
Un poco más tarde seguían hablando en otro
idioma, y Clara aún pensaba que era por guión. No obstante, en esta ocasión anotó
en el cuaderno: «Al menos podían avisar de que para ver la peli se debe saber
idiomas».
Esperó a que comenzaran a hablar en español.
Media hora después, Clara se percató de que el idioma no iba a cambiar, y
empezó a extrañarse.
El desconcierto dio paso a la exasperación y
escribió en el cuaderno: «Una de dos: o los que han hecho la película se han
olvidado de poner subtítulos; o los del cine no han dado al botón
correspondiente para el idioma o como funcione eso».
Otra media hora después, Clara estaba harta de
aquellas palabras desconocidas tan altas, la estaban mareando. Ni siquiera
entendía lo que pasaba en la pantalla. El actor guapo era una especie de
superhéroe o algo de eso. Y había tantas explosiones y disparos que creyó que
se iba a quedar ciega y sorda. Para cuando la película llegó a su fin, había
escrito unas cinco hojas en las que no había más que quejas y quejas.
¿Y este era el tipo de películas que veía su
hijo? ¿Cómo las entendía? Qué ella supiera, Carlos no sabía hablar ningún otro
idioma más que el español.
Disgustada y enfada por haber perdido el tiempo
y además haberse quedado sorda y medio ciega, salió de la sala, dejando atrás
el cartel en el que se indicaba la película. Un cartel marcado con las letras:
«VO».
«Versión Original».
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