viernes, 22 de mayo de 2015

Cinco hermanas (3-5)

Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.


TERCER ACTO

EMILIA continúa en el sillón, ahora comiendo sobre la mesita. JUANA, CONCHI, MARÍA y ÁNGELA están pegadas a la puerta de la cocina (en el extremo opuesto de la habitación al del sillón), de pie en un semicírculo de cara al público. De vez en cuando, todas miran de reojo a EMILIA. Hablan casi en un susurro.

MARÍA. Miradla ahí, tan inocente, tan enferma, comiendo  con esa boca desdentada. Lo sabía, os lo dije. Sabía que esa maldita arpía que tenemos por hermana estaba fingiendo en todo momento.

EMILIA pone cara de disfrutar de la comida. Sonríe, se relame, etc.

ÁNGELA. (Hablando normal). ¿Estáis seguras? Yo no creo que la pobre EMILIA sea una mentirosa… y mucho menos que haya asesinado a papá.

JUANA Y MARÍA. ¡Shhh! Habla más bajito.

ÁNGELA. ¿Por qué? EMILIA está medio sorda.

JUANA. (Suspira). ¿Es que no te enteras de nada?

CONCHI. Yo tampoco estoy del todo segura, cariño. Me cuesta creer que ella lo haya hecho. Como dice ÁNGELA y todas nosotras pensábamos, EMILIA lleva años así: ciega sorda y casi muda. Solo habla cuando quiere algo.

ÁNGELA. Anda, mira, como la letra de la canción de la cantante esa… (Piensa) ¿Cómo se llama?

Todas la miran muy serias.

JUANA. ¿Qué cantante?

ÁNGELA. Sí, esa que canta con gallos y se mueve así. (Hace un baile exagerado moviendo la cintura en círculos y canta intentando imitar el ritmo de la canción). Ciega, sorda y muda…

JUANA. Ah sí, ya sé quién dices, esta… Penélope Cruz.

ÁNGELA. ¡Sí, esa, Penélope Cruz!

JUANA. De todas formas, si ella no ha sido, sigue teniendo que ser alguna de nosotras, lo que quiere decir que alguna ha mentido. (Las mira a todas con expresión seria).

Todas retiran la mirada una a una conforme JUANA las mira.

JUANA. (Suspira). Está bien, como hermana mayor debo dar ejemplo, así que diré que yo… os he mentido. Un poquito. (Hace gesto con el pulgar y el índice).

Las demás emiten un grito ahogado, alarmadas. Pero no dicen nada.

JUANA. Sí, exacto. Pero… (Las mira con los ojos entrecerrados)… yo creo que no he sido la única. (De nuevo apartan la mirada: mirando al techo, mirado al público, etc.). ¿Nada? ¿Ninguna? (Espera). Bueno, en fin, hablaré de todos modos, tal vez mi revelación despierte algún recuerdo dormido en vuestros cerebritos. Sentémonos. (Mueve la mano hacia la mesa).

Se sientan, cada una en su silla establecida desde el principio.

JUANA. Anoche me levanté al servicio como os dije…

ÁNGELA. (La interrumpe muy seria y concentrada). Sí, ha echar el chorro por la chir…

JUANA. La única cosa que no es verdad es la razón por la que tardé tanto.

MARÍA. ¡JA! Lo sabía. (Y arruga los ojos).

ÁNGELA. ¿Qué quiere decir?

CONCHI. Que no hizo de vientre, cariño.

ÁNGELA abre la boca sobresaltada.

JUANA. Lo que hice fue ir a la habitación… de papá.

De nuevo todas dejan escapar un grito ahogado de alarma.

MARÍA. (De una forma extrañamente lenta, suspicaz). ¿Y para qué fuiste allí?

JUANA tarda un poco en contestar.

JUANA. Para hablar con él.

EMILIA coge el vaso y empieza a beber.

CONCHI. ¿Otra vez? Pero si ya estuvimos hablando con él antes de irnos a acostar.

EMILIA deja el vaso en la mesa haciendo ruido… y tose bruscamente.

JUANA. Bueno… el caso… es que… no me quedé muy de acuerdo con el reparto de la herencia que tenía planeada papá. Pienso que al ser la mayor (teniendo en cuenta que no pensaba darle nada a EMILIA) yo debía recibir un tanto por ciento mayor.

ÁNGELA baja la cabeza y se queda con los ojos clavados en ella. Las otras dos miran distraídas a su alrededor. JUANA entrecierra los ojos y las mira.

JUANA. (Muy lentamente). ¿Ocurre… algo?

Todas menos ÁNGELA niegan con la cabeza haciendo un ruido de negación con la boca mientras se muerden el labio inferior.

JUANA. ¿ÁNGELA?

Las demás dirigen sus miradas hacia ella, esperando una respuesta. ÁNGELA tarda en responder. Solo se oye el continuo murmullo que emite EMILIA al masticar la comida. ÁNGELA levanta la mirada y observa a sus hermanas con expresión triste.

ÁNGELA. ¡Vale, vale! JUANA no fue la única que no estuvo de acuerdo con el reparto que hizo papá…

JUANA. (Sorprendida). ¡Tú también!

ÁNGELA. ¿Qué? ¡No! Yo no… ¡Ellas!

Tanto JUANA como ÁNGELA giran las cabezas hasta detenerse en CONCHI y MARÍA.

MARÍA. (Indignada). ¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso? (Entrecierra los ojos). ¿No será porque tú eres…?

CONCHI. No, MARÍA, por mi parte tiene razón. Yo tampoco me quedé satisfecha con lo que decidió. Yo siempre fui la que más besos y abrazos le daba, la que más amor le expresaba, así que…

ÁNGELA. (Nerviosa, señalado a MARÍA con el dedo, casi levantándose de la silla). Y ella también fue a su cuarto, lo sé, lo sé.

Todas miran a MARÍA, que finalmente baja la mirada a la mesa y contesta.

MARÍA. Vale, lo confieso, culpable.

Las tres abren los ojos como platos, pensando que se refiere al crimen. MARÍA se da cuenta.

MARÍA. Culpable de haber intentado hacerle cambiar de idea. ¿Qué pensabais? Yo siempre le mantenía entretenido con los chismes del pueblo. A él parecían encantarle y sacarle de sus monótonos pensamientos de hombre de noventa y cinco años. Pero eso ahora no importa, lo que importa es por qué sabía ÁNGELA todo eso.

Ahora miran a ÁNGELA, quien muestra en su rostro una expresión asustada.

MARÍA. Estamos esperando.

ÁNGELA. Él me llamó.

JUANA, CONCHI, MARÍA. ¡¿QUÉ?!

Se inclinan sobre la mesa, mirando fijamente a ÁNGELA. Esta se levanta de un salto.

ÁNGELA. S… Sí, é… él me llamó al rato de salir MARÍA, la última que… que… (Traga saliva)… que intentó traicionar a sus hermanas.

Se alarman llevándose la mano a la boca.

JUANA. ¿Cómo que traicionar?

CONCHI y MARÍA. Eso.

Comienzan a avanzar y ÁNGELA retrocede. Mientras recorren el escenario de esta manera, ÁNGELA continúa soltando su explicación.

ÁNGELA. ¿Acaso no es eso lo que habéis hecho? (Alzando la voz en una actitud un tanto diferente a la suya normal) Sois unas egoístas… Po… por eso me llamó a mí después, él me lo dijo con esa voz de radio con interferencias. Me dijo que esperó a que yo también fuera a allí para hacer lo mismo que vosotras. Al pasar un rato, comprendió que no lo haría. Así que pronunció mi nombre no muy alto, puesto que mi habitación es justo la de al lado —razón por la que os oí a todas (señala con el dedo)—, y acudí. Allí me dijo lo que habías hecho, que yo ya sabía, claro, y también que os dijo a todas que tendría en cuenta vuestras conversaciones… pero no de la forma que pensabais, sino todo lo contrario como ya os he dicho. Entonces me confesó que hoy por la mañana os revelaría a todas que la herencia sería para mí al completo.

MARÍA. ¡Serás!

JUANA. ¡Será traidor!

CONCHI. ¿Y a nosotras nos llama traidoras?

MARÍA. ¡YO LA MATO! (Se abalanza histérica sobre ÁNGELA con las manos por delante a modo de garras).

ÁNGELA. ¡NO ME TOQUES, NO ME TOQUES! (Se cubre con los brazos)

CONCHI. No, espera, MARÍA… No la mates… todavía. (La detiene poniéndose delante). Tal vez papá no firmara el testamento. Quizás no le dio tiempo o lo dejó para hacerlo delante de nosotras.

Silencio inquieto. ÁNGELA baja lentamente las manos, con los ojos muy abiertos y mira a la puerta de la habitación del hombre a la vez que las otras. EMILIA coge el vaso de agua, bebé, y justo cuando lo deja con un golpe en la mesa, como un disparo de salida, las cuatro hermanas salen disparadas hacia la puerta. JUANA llega unos segundos antes, y abre la puerta, pero intentan entrar todas a la vez y se quedan encajadas. Se echan hacia atrás, y lo vuelven a intentar: más de lo mismo. Forcejean durante unos instantes, hasta que ÁNGELA, la más flexible y joven, consigue colarse. Las demás, desconcertadas, se miran y al fin se organizan para entrar. EMILIA continúa disfrutando de su comida.

EMILIA. (Arruga la nariz) ¡Cerrad esa puerta, que con este olor no hay quien coma!

TELÓN



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