domingo, 24 de mayo de 2015

Cinco hermanas (4-5/5-5)

Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.


CUARTO ACTO

Misma situación de antes. Desde dentro de la habitación, fuera de la vista del público.

ÁNGELA.  Oh, pobre papá, parece una bola de nieve arrugada de lo blanco que está.

MARÍA. Y cómo huele. Aggg.

ÁNGELA. Aquí está el testamento, lo tengo.

JUANA. Dámelo, maldita.

CONCHI. Vamos, cariño, será mejor que no te resistas.

ÁNGELA. ¡NO! Es mío, mi tesoro.

MARÍA. ¡AAAAAHHHHHH!

Unos segundos de silencio.

CONCHI. ¿Qué pasa, a qué…? ¡AAAAAHHHHHH!

JUANA. ¿Qué…? ¡AAAAAHHHHHH!

ÁNGELA. ¡Está firmado, está firmadooOAAAAAHHHHHH!

JUANA. No, no puede ser. ¿Qué hace en el suelo esa dentadura?

En el escenario, EMILIA deja de comer haciendo ruido con la cuchara en el plato y sonríe, dejando ver sus encías.

CONCHI. Mejor dicho, ¿de quién es? Porque de papá no es; hace tiempo que no la usa.

JUANA. A ver, abrid todas la boca.

Se oye el sonido en a de las bocas al abrirse. Mientras, EMILIA se levanta muy lentamente.

CONCHI. Yo la tengo.

ÁNGELA. Y yo.

JUANA. Yo también, y MARÍA también.

MARÍA. Lo sabía. Lo sabía desde el principio. No puede ser nada más que de la que queda. Ya me parecía a mí extraño que no tuviera dentadura cuando ha empezado a comer.

EMILIA se alisa el vestido. Las otras salen de la habitación una a una, y una a una se van encarando con precaución a su hermana mayor. ÁNGELA lleva el testamento sujeto por las dos manos delante de su pecho como una estudiante la carpeta.

JUANA. No me lo puedo creer. Pero ¿cómo? Si ni siquiera puedes moverte.

EMILIA. ¿A no? ¿Y qué es esto, idiota? (Comienza a hacer una especie de baile).

CONCHI. Pero ¿por qué? Además, ¿cómo lo oíste? Estás más sorda que una tapia.

EMILIA. No estoy tan sorda como pensáis. Es más, no estoy ni tan ciega, ni tan sorda, ni tan muda como os creéis, como, según vosotras, Shakira: ¡SHAKIRA! Ignorantes. Penélope Cruz es una bailarina de flamenco. Y no me preguntéis por qué. ¿Acaso no lo habríais hecho vosotras mismas? ¿Acaso no habéis pensado en ello ni siquiera un segundo cuando (Empleando un tono burlón) la dulce ÁNGELA os ha confesado la decisión de papá? Confesión que yo ya sabía, claro, porque lo escuché todo anoche.

JUANA, CONCHI y MARÍA bajan la mirada al suelo.

EMILIA. Ajá. Pero no tenéis agallas, nunca las habéis tenido. Siempre escuchándoos hablar mal de mí, tratándome mal… y yo haciéndome la tonta. ¿Pensabais en serio que iba a dejar que nuestro padre os diera toda la herencia y que yo me quedara sin nada después de todo eso? Y para colmo, ni siquiera se plantea repartirlo conmigo. NO, NO, NO, no iba a dejarle salirse con la suya, para nada. Así que, cuando terminó de hablar con ÁNGELA y esta se metió en su cuarto, decidí acabar con él lo antes posible para que al viejo no le diera tiempo a firmar. Fui a la cocina, cogí el cuchillo más grande que había, entré en su cuarto y ¡ZAS!, en toda la boca… bueno, en realidad fue en la espalda, pero esa coletilla venía muy bien en esta parte. Después salí corriendo sin mirar el testamento porque pensé que alguna podía haber oído el ruido: todo fue muy intenso, no hay más que ver la dentadura, que salió disparada: parecía una piraña voladora. Sin embargo, al final le dio tiempo a firmar el contrato. (Mira a ÁNGELA. Las demás también).

ÁNGELA. AH.

JUANA. Así que la muerte de papá no ha servido para nada…

EMILIA. ¿Cómo que no? No te imaginas lo bien que me siento ahora. (Da un largo y profundo suspiro). Además, a ese viejo no le quedaba mucho más tiempo para seguir gruñendo. ¡Tenía noventa y cinco años!

CONCHI. ¿Y qué vamos a hacer ahora con él?

ÁNGELA comienza a moverse hacia la puerta aprovechando que estas empiezan a sumergirse en el problema del cuerpo.

JUANA. Yo no voy a confesar que lo hizo mi hermana. Por muchas cosas malas que haya dicho de ella, tiene razón. La verdad que no me han faltado ganas de… (Se golpea la palma de una mano con el puño) cuando me he enterado de que nos ha llamado traidoras.

MARÍA. Yo pienso lo mismo.

CONCHI. Y yo.

EMILIA. Pues vamos a limpiar ese desastre y luego veremos qué hacemos con el testamento… o con ella, porque no pienso dejar que se lleve todo.

Miran a ÁNGELA, que detiene su avance y esboza una sonrisa nerviosa.

MARÍA. Por supuesto que no.

EMILIA. Vamos.

Las cuatro entran en la habitación y cierran la puerta. ÁNGELA se queda sola en el escenario. Empieza a dar vueltas nerviosa con el testamento todavía sujeto contra al pecho y a hablar consigo misma.

ÁNGELA. ¿Qué hago, qué hago?

De fondo se oyen algunos comentarios e indicaciones de las otras.

EMILIA. Tira del cuchillo sin miedo.

ÁNGELA. S… si me quedo no sé qué serán capaces de hacer con el testamento, y… y aún peor, con… conmigo.

JUANA. Cógele de la pierna, MARÍA.

EMILIA. Cuidado con el brazo, CONCHI, no se lo vayas a arrancar.

ÁNGELA. Por otra parte, nunca he visto el mar, y me encanta…, n… no lo he visto, pero me encanta. También podré tener una casa para mí sola y así podré evitar el contacto con las personas, porque sigo insistiendo: (Baja la voz y se dirige al público) no es una obsesión, es una enfermedad. (En tono normal). Así que, ¿qué debo hacer? ¿Qué es lo mejor? ¿Algún consejo? (Pregunta al público). Pues entonces, adiós. (Se da la vuelta. Y en voz baja). Adiós, hermanitas.

Abre la puerta con cuidado, sale y la cierra en silencio.

EMILIA. ¡PERO SERÁS…! ¡Te dije que tuvieras cuidado con el brazo!

TELÓN




QUINTO ACTO (EPÍLOGO)

Distinto escenario. Una acogedora estancia con vistas al mar. Un sillón y una mesita de té. Una puerta al fondo y algunas a los lados. Y una especie de armario. Entra por la puerta ÁNGELA con una sonrisa y unas bolsas con churros en las manos. Tararea una canción.

ÁNGELA. Lalalalalala.

Deja los churros encima de la mesita.

ÁNGELA. ¡Qué ricos los churros! ¡Y con un chocolate más aún!

Se dirige al armario, lo abre, hace amago de coger algo.

ÁNGELA. ¡AAAAAHHHHHH!

Coge un objeto y se da la vuelta, cara al público. En su mano sostiene una dentadura.

ÁNGELA. ¡U… una dentadura! (La muestra al público).

VOZ EMILIA, JUANA y CONCHI. Hola, hermana.

ÁNGELA mira hacia un lado, deja caer la dentadura… y

TELÓN



viernes, 22 de mayo de 2015

A los niños les encantará

La confianza de una sonrisa...


Encerrada en su habitación del psiquiátrico, ráfagas de imágenes fragmentadas aparecían en su cabeza, con los ojos cerrados o abiertos; despierta o dormida. Daba igual. No lograba deshacerse de ellas.

Sangre. Manitas blancas manchadas de rojo. Caritas dulces con una petrificada expresión de horror. Ojos vacíos. Más sangre. En el césped verde. En la piscina. En los globos. En la tarta.

También oía. Oía sus gritos. Y los de otras madres. Oía las sirenas. Oía voces de hombres. Oía un disparo.

Y sobre todo oía a su mejor amiga diciéndole:

—¿Por qué no contratas un payaso? A los niños les encantará.



 

Cinco hermanas (3-5)

Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.


TERCER ACTO

EMILIA continúa en el sillón, ahora comiendo sobre la mesita. JUANA, CONCHI, MARÍA y ÁNGELA están pegadas a la puerta de la cocina (en el extremo opuesto de la habitación al del sillón), de pie en un semicírculo de cara al público. De vez en cuando, todas miran de reojo a EMILIA. Hablan casi en un susurro.

MARÍA. Miradla ahí, tan inocente, tan enferma, comiendo  con esa boca desdentada. Lo sabía, os lo dije. Sabía que esa maldita arpía que tenemos por hermana estaba fingiendo en todo momento.

EMILIA pone cara de disfrutar de la comida. Sonríe, se relame, etc.

ÁNGELA. (Hablando normal). ¿Estáis seguras? Yo no creo que la pobre EMILIA sea una mentirosa… y mucho menos que haya asesinado a papá.

JUANA Y MARÍA. ¡Shhh! Habla más bajito.

ÁNGELA. ¿Por qué? EMILIA está medio sorda.

JUANA. (Suspira). ¿Es que no te enteras de nada?

CONCHI. Yo tampoco estoy del todo segura, cariño. Me cuesta creer que ella lo haya hecho. Como dice ÁNGELA y todas nosotras pensábamos, EMILIA lleva años así: ciega sorda y casi muda. Solo habla cuando quiere algo.

ÁNGELA. Anda, mira, como la letra de la canción de la cantante esa… (Piensa) ¿Cómo se llama?

Todas la miran muy serias.

JUANA. ¿Qué cantante?

ÁNGELA. Sí, esa que canta con gallos y se mueve así. (Hace un baile exagerado moviendo la cintura en círculos y canta intentando imitar el ritmo de la canción). Ciega, sorda y muda…

JUANA. Ah sí, ya sé quién dices, esta… Penélope Cruz.

ÁNGELA. ¡Sí, esa, Penélope Cruz!

JUANA. De todas formas, si ella no ha sido, sigue teniendo que ser alguna de nosotras, lo que quiere decir que alguna ha mentido. (Las mira a todas con expresión seria).

Todas retiran la mirada una a una conforme JUANA las mira.

JUANA. (Suspira). Está bien, como hermana mayor debo dar ejemplo, así que diré que yo… os he mentido. Un poquito. (Hace gesto con el pulgar y el índice).

Las demás emiten un grito ahogado, alarmadas. Pero no dicen nada.

JUANA. Sí, exacto. Pero… (Las mira con los ojos entrecerrados)… yo creo que no he sido la única. (De nuevo apartan la mirada: mirando al techo, mirado al público, etc.). ¿Nada? ¿Ninguna? (Espera). Bueno, en fin, hablaré de todos modos, tal vez mi revelación despierte algún recuerdo dormido en vuestros cerebritos. Sentémonos. (Mueve la mano hacia la mesa).

Se sientan, cada una en su silla establecida desde el principio.

JUANA. Anoche me levanté al servicio como os dije…

ÁNGELA. (La interrumpe muy seria y concentrada). Sí, ha echar el chorro por la chir…

JUANA. La única cosa que no es verdad es la razón por la que tardé tanto.

MARÍA. ¡JA! Lo sabía. (Y arruga los ojos).

ÁNGELA. ¿Qué quiere decir?

CONCHI. Que no hizo de vientre, cariño.

ÁNGELA abre la boca sobresaltada.

JUANA. Lo que hice fue ir a la habitación… de papá.

De nuevo todas dejan escapar un grito ahogado de alarma.

MARÍA. (De una forma extrañamente lenta, suspicaz). ¿Y para qué fuiste allí?

JUANA tarda un poco en contestar.

JUANA. Para hablar con él.

EMILIA coge el vaso y empieza a beber.

CONCHI. ¿Otra vez? Pero si ya estuvimos hablando con él antes de irnos a acostar.

EMILIA deja el vaso en la mesa haciendo ruido… y tose bruscamente.

JUANA. Bueno… el caso… es que… no me quedé muy de acuerdo con el reparto de la herencia que tenía planeada papá. Pienso que al ser la mayor (teniendo en cuenta que no pensaba darle nada a EMILIA) yo debía recibir un tanto por ciento mayor.

ÁNGELA baja la cabeza y se queda con los ojos clavados en ella. Las otras dos miran distraídas a su alrededor. JUANA entrecierra los ojos y las mira.

JUANA. (Muy lentamente). ¿Ocurre… algo?

Todas menos ÁNGELA niegan con la cabeza haciendo un ruido de negación con la boca mientras se muerden el labio inferior.

JUANA. ¿ÁNGELA?

Las demás dirigen sus miradas hacia ella, esperando una respuesta. ÁNGELA tarda en responder. Solo se oye el continuo murmullo que emite EMILIA al masticar la comida. ÁNGELA levanta la mirada y observa a sus hermanas con expresión triste.

ÁNGELA. ¡Vale, vale! JUANA no fue la única que no estuvo de acuerdo con el reparto que hizo papá…

JUANA. (Sorprendida). ¡Tú también!

ÁNGELA. ¿Qué? ¡No! Yo no… ¡Ellas!

Tanto JUANA como ÁNGELA giran las cabezas hasta detenerse en CONCHI y MARÍA.

MARÍA. (Indignada). ¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso? (Entrecierra los ojos). ¿No será porque tú eres…?

CONCHI. No, MARÍA, por mi parte tiene razón. Yo tampoco me quedé satisfecha con lo que decidió. Yo siempre fui la que más besos y abrazos le daba, la que más amor le expresaba, así que…

ÁNGELA. (Nerviosa, señalado a MARÍA con el dedo, casi levantándose de la silla). Y ella también fue a su cuarto, lo sé, lo sé.

Todas miran a MARÍA, que finalmente baja la mirada a la mesa y contesta.

MARÍA. Vale, lo confieso, culpable.

Las tres abren los ojos como platos, pensando que se refiere al crimen. MARÍA se da cuenta.

MARÍA. Culpable de haber intentado hacerle cambiar de idea. ¿Qué pensabais? Yo siempre le mantenía entretenido con los chismes del pueblo. A él parecían encantarle y sacarle de sus monótonos pensamientos de hombre de noventa y cinco años. Pero eso ahora no importa, lo que importa es por qué sabía ÁNGELA todo eso.

Ahora miran a ÁNGELA, quien muestra en su rostro una expresión asustada.

MARÍA. Estamos esperando.

ÁNGELA. Él me llamó.

JUANA, CONCHI, MARÍA. ¡¿QUÉ?!

Se inclinan sobre la mesa, mirando fijamente a ÁNGELA. Esta se levanta de un salto.

ÁNGELA. S… Sí, é… él me llamó al rato de salir MARÍA, la última que… que… (Traga saliva)… que intentó traicionar a sus hermanas.

Se alarman llevándose la mano a la boca.

JUANA. ¿Cómo que traicionar?

CONCHI y MARÍA. Eso.

Comienzan a avanzar y ÁNGELA retrocede. Mientras recorren el escenario de esta manera, ÁNGELA continúa soltando su explicación.

ÁNGELA. ¿Acaso no es eso lo que habéis hecho? (Alzando la voz en una actitud un tanto diferente a la suya normal) Sois unas egoístas… Po… por eso me llamó a mí después, él me lo dijo con esa voz de radio con interferencias. Me dijo que esperó a que yo también fuera a allí para hacer lo mismo que vosotras. Al pasar un rato, comprendió que no lo haría. Así que pronunció mi nombre no muy alto, puesto que mi habitación es justo la de al lado —razón por la que os oí a todas (señala con el dedo)—, y acudí. Allí me dijo lo que habías hecho, que yo ya sabía, claro, y también que os dijo a todas que tendría en cuenta vuestras conversaciones… pero no de la forma que pensabais, sino todo lo contrario como ya os he dicho. Entonces me confesó que hoy por la mañana os revelaría a todas que la herencia sería para mí al completo.

MARÍA. ¡Serás!

JUANA. ¡Será traidor!

CONCHI. ¿Y a nosotras nos llama traidoras?

MARÍA. ¡YO LA MATO! (Se abalanza histérica sobre ÁNGELA con las manos por delante a modo de garras).

ÁNGELA. ¡NO ME TOQUES, NO ME TOQUES! (Se cubre con los brazos)

CONCHI. No, espera, MARÍA… No la mates… todavía. (La detiene poniéndose delante). Tal vez papá no firmara el testamento. Quizás no le dio tiempo o lo dejó para hacerlo delante de nosotras.

Silencio inquieto. ÁNGELA baja lentamente las manos, con los ojos muy abiertos y mira a la puerta de la habitación del hombre a la vez que las otras. EMILIA coge el vaso de agua, bebé, y justo cuando lo deja con un golpe en la mesa, como un disparo de salida, las cuatro hermanas salen disparadas hacia la puerta. JUANA llega unos segundos antes, y abre la puerta, pero intentan entrar todas a la vez y se quedan encajadas. Se echan hacia atrás, y lo vuelven a intentar: más de lo mismo. Forcejean durante unos instantes, hasta que ÁNGELA, la más flexible y joven, consigue colarse. Las demás, desconcertadas, se miran y al fin se organizan para entrar. EMILIA continúa disfrutando de su comida.

EMILIA. (Arruga la nariz) ¡Cerrad esa puerta, que con este olor no hay quien coma!

TELÓN



lunes, 18 de mayo de 2015

Cinco hermanas (2-5)

Hacer un testamento nunca es fácil... ni seguro.


SEGUNDO ACTO

Mismo escenario. Las cuatro hermanas sentadas en las mismas sillas en las que se habían sentado para desayunar. EMILIA en el sillón. Las cuatro se están mirando inquietas con un pañuelo en la mano como si acabaran de terminar de llorar. ÁNGELA todavía solloza un poco.

JUANA. Bueno, creo que ya es hora de soltar lo que todas estamos deseando decir, ¿no? Las cuatro lo tenemos en la punta de la lengua. Casi se puede ver ahí, en equilibrio. Veo cómo os tiemblan los labi…

JUANA, CONCHI, MARÍA. ¿¡QUIÉN HA SIDO!?

ÁNGELA. (A la vez que las otras). ¡YO NO HE SIDO!

Las cuatro vuelven sus cabezas muy serias hacia ÁNGELA, quien las mira asustada. Sus labios comienzan a temblar, como si estuviera a punto de llorar.

ÁNGELA. ¿Qu… qué? ¿P… por qué m… me miráis? (Las mira a todas con nerviosismo).

MARÍA. (Entornando los ojos). ¿Y quién ha dicho que lo seas? (Se levanta lentamente y se coloca detrás de ÁNGELA posando sus manos en el respaldo de la silla a modo de policía interrogador).

JUANA y CONCHI se inclinan sobre la mesa.

JUANA. Eso, ¿quién lo ha dicho?

CONCHI. Será mejor que confieses, cariño. (Saca un cigarrillo de uno de sus bolsillos y se lo enciende con tranquilidad). Esto cada vez es más interesante. (Vuelve a mirar a ÁNGELA).

ÁNGELA está muy nerviosa e inquieta, parpadea mucho, y le tiembla la voz.

ÁNGELA. P… pero ¿q… qué estáis diciendo? ¿Q… qué tengo que confesar?

MARÍA. ¡Que mataste a papá! (Se lo dice muy cerca del oído, con voz ronca).

ÁNGELA da un grito ahogado. Se pone a llorar.

CONCHI. Con delicadeza, MARÍA, cariño, no seas tan dura con ella.

MARÍA. ¿Qué no sea tan dura? (Comienza a pasearse de un lado a otro por detrás de la mesa, señalando con el dedo a ÁNGELA). ¡Ella le ha clavado ese horroroso cuchillo en la espalda a papá y me dices que no sea tan dura con ella! ¿Tú has visto la cara que se le ha quedado al pobre hombre? (Hace un gesto gracioso sacando la lengua hacia un lado). Esto… esto es increíble, vamos. Porque es mi hermana, que si no… (Se acerca a ÁNGELA para hacerle un gesto amenazante con la mano. ÁNGELA se encoge).

JUANA. MARÍA tiene razón, CONCHI: nada de delicadeza. (Se levanta de pronto y sujeta a ÁNGELA de los pelos) ¿¡POR QUÉ!? ¿¡POR QUÉ!?

ÁNGELA. ¡AAAAAH! ¡NO ME TOQUES! ¡NO ME TOQUES!

CONCHI. Para, JUANA, para. (Intentando apartarlas).

ÁNGELA se revuelve, se levanta de un salto, y se dirige corriendo al sillón, junto a EMILIA, quien no hace nada. Allí se encoge.

JUANA y MARÍA la siguen. CONCHI se queda en la silla, fumando. MARÍA se coloca detrás del sillón. JUANA trata de enganchar de nuevo a ÁNGELA.

ÁNGELA. No me toques, por favor, no me toques.

CONCHI. JUANA, déjala. Sabes lo de su obsesión.

ÁNGELA. ¡No es una obsesión!

CONCHI. (Dirigiéndose al público en un susurro). Sí, lo es.

JUANA no llega a tocarla. Se tranquiliza un poco.

ÁNGELA. Y… yo no he hecho na… nada, lo juro. Y… yo quería a papá mucho. De… dejadme en paz.

MARÍA. Entonces, ¿por qué te has quitado culpa tan rápido, eh? ¡Contesta!.

ÁNGELA. N… no lo sé… Estaba…. Estaba nerviosa.

MARÍA. Nerviosa, ¿eh?

JUANA. Bueno, tiene sentido. (Se sienta en el brazo del sillón). Además, tú no matarías ni a una cucaracha.

LAS CUATRO. Cucarachas, uuuuuuh. (Caras de asco).

CONCHI. Es que no dejáis que se explique.

MARÍA. Pues yo creo que miente. (Se cruza de brazos, y alza la cabeza).

JUANA. Entonces, si tú no has sido, ¿quién? ¿Quién de nosotras? (Mira a las otras dos).

Un rato de silencio.

ÁNGELA. ¿Y por qué ha tenido que ser una de nosotras?

CONCHI. Pues porque, cariño, somos las únicas que han estado en casa desde ayer, y aquí no ha entrado nadie más. (Suelta la ceniza y da una calada, igual de tranquila que antes).

MARÍA. Un momento. (Entorna los ojos mirando a CONCHI y caminando hacia ella lentamente). Tú estás muy tranquila, ¿no?

JUANA se pone de pie y se aproxima a ella también. Cuando se quedan solas, EMILIA mira a ÁNGELA y la sonríe; ÁNGELA le corresponde con una sonrisa ausente, temblorosa.

COCNHI. No estoy tranquila, simplemente no me estoy poniendo histérica como vosotras dos. ¿Por qué creéis que me estoy fumando este cigarrillo en este momento?

Silencio.

ÁNGELA. (Levanta la mano desde el sillón). Yo lo sé, yo lo sé.

No la hacen caso.

CONCHI. Porque estoy intentando calmarme. No le he acabado todavía y ya me muero por fumarme otro.

JUANA. CONCHI, por favor, un poco de consideración, no es momento de hablar de muerte. (Señala la puerta de la habitación del padre).

CONCHI. Lo siento. (Piensa). Quería decir: no he acabado todavía y ya tengo ga…

JUANA. Que sí, que sí, CONCHI, hemos entendido lo que querías decir.

MARÍA. Espera. (Levanta el dedo índice). Ahora me acuerdo. Tú, JUANA. Anoche oí que te levantabas. ¿Adónde fuiste? Seguro que le mataste.

JUANA. (Alarmada). Pero bueno, MARÍA. ¿Y qué pasa contigo, eh?

Al mismo tiempo, EMILIA vuelve a mirar a ÁNGELA y le lanza un beso. ÁNGELA sonríe otra vez como asustada y se levanta del sillón hacia las otras tres. CONCHI también se pone de pie tras apagar el cigarrillo. Ahora todas están contra MARÍA.

ÁNGELA. Sí, eso, ¿eh? ¿Qué pasa contigo?

MARÍA. ¿Y- yo?

JUANA. (Haciéndola burla). T-T- tú. No has parado de acusar desde que nos hemos enterado. Primero a ÁNGELA, luego a CONCHI, ahora a mí. Eso solo puede significar una cosa.

ÁNGELA. Sí… una cosa. ¿El qué? (Dirigiéndose a JUANA).

CONCHI. Está muy claro, cariño. Solo un culpable acusaría a otros para desviar la atención de él.

MARÍA, caminando hacia atrás, y seguida por las otras, se topa con el brazo del sillón y se deja caer en él.

JUANA. ¿Por qué lo hiciste?

ÁNGELA Y CONCHI. ¿Por qué?

MARÍA. (Un poco asustada). Y-yo no lo hice, lo juro. Ya me conocéis, sabéis que yo soy así, un poco desconfiada. (Coge fuerzas, pierde el miedo y se pone de pie). Y por eso me doy cuenta de cosas que otras personas no. Como el intento de JUANA de huir de mi acusación culpándome a mí. (Mirando a CONCHI y ÁNGELA). No ha respondido a mi pregunta de adónde fue anoche.

Ahora ÁNGELA, CONCHI y MARÍA se vuelven hacia JUANA, que pone cara de sorprendida y un tanto asustada.

CONCHI. María tiene razón. Ella siempre está creyendo que todo el mundo miente… y tú has evitado la pregunta…

ÁNGELA. Evi… La pregunta.

CONCHI. Contesta, ¿adónde fuiste?

JUANA. P… pues está claro, ¿no? (Las tres niegan con la cabeza mientras la obligan a sentarse en el brazo como había hecho MARÍA). Somos personas mayores, hermanas, y como tal, es normal que nos levantemos por las noches para hacer pis.

MARÍA. ¿Hacer pis, eh?

JUANA. Sí, hacer pis, mear, (Poniéndose de pie y enfadándose) echar el chorro por la chir…

CONCHI. … La razón que nos has dado podría ser verdadera. Pero MARÍA ha dicho que estuviste mucho tiempo. ¿Tanto tiempo tardaste en hacerlo?

MARÍA. Eso es, tardaste muchísimo.

ÁNGELA. Sí, mucho.

MARÍA. ¿Tú también la oíste, ÁNGELA?

ÁNGELA. No.

MARÍA. (Casi gritando) Entonces ¿por qué me haces burla?

ÁNGELA. Lo siento, lo siento.

CONCHI. Tú dirás, JUANA. (Pone los brazos en jarra).

JUANA. Bebí mucha agua en la cena… (La miran incrédulas, alzando las cejas inquisitivamente)… y… también cené mucho. Una cosa lleva a la otra y… Ya sabéis a lo que me refiero.

Un inquietante silencio.

CONCHI. Está bien. Tú tampoco fuiste.

ÁNGELA. Pero entonces, ¿quién? Si no fui yo, tú tampoco (Señalando a CONCHI), MARÍA tampoco y JUANA tampoco… ¿Quién?

EMILIA. ¿Es que en esta casa no se come? ¡Tengo hambre!

Todas giran lentamente la cabeza hacia EMILIA, con la boca abierta. MARÍA entorna los ojos, como siempre.

Silencio… y

TELÓN