viernes, 6 de marzo de 2015

La bicicleta alada de Miguel

Siempre podremos evadirnos de la realidad


A nadie se le ocurriría que solo quiso volar, como antes. Y es que era extraño ver a un hombre adulto con ojos llorosos sobre una bicicleta de niño, azul como el cielo y alas blancas pintadas a ambos lados de la barra.

Solo él sabía por qué recorría las calles con los brazos extendidos pedaleando sin parar.

Esa diminuta bicicleta era la que su mejor amigo Miguel le regaló a los ocho años cuando le detectaron aquella grave enfermedad. Permaneció guardada en el desván hasta ese día de limpieza, y verla despertó en él el recuerdo.

Sobre ella, ambos habían volado, surcando los cielos de su imaginación sin fin. 


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